Salimos de
Flores en Guatemala como a las 5 de la mañana rumbo a Belice. Después de dos
horas de viaje llegamos a la frontera de Guatemala para luego pasar a la
beliceña.
Estando en
migraciones de Belice nos enteramos que necesitábamos visa para poder entrar al
país y para colmo salía carísima! Nuestras amigas israelitas, que viajaban con
nosotros pero rumbo a México, no pagaron nada. A nosotros nos tocó esperar mas de una hora para que nos dieran la visa mientras el hermano de Neil nos esperaba
afuera para llevarnos al tour de las cuevas ATM (Actun Tunichil Muknal).
Terminamos
a tiempo el visado y pudimos ir directo hacia el tour. En la plaza de la ciudad
de San Ignacio nos esperaba una camioneta con los guías y una compañera de
excursión canadiense llamada Samantha. Apenas subimos al auto nos empezó a hablar
de todo lo que teníamos que hacer en Belice y miles de recomendaciones que nos
vinieron muy bien. También nos contó que era médica y que andaba por distintos
lugares del mundo ejerciendo su profesión.
Aunque estábamos
un poco cansados nos emocionaba conocer estas cuevas de las que tan bien nos
habían hablado muchos viajeros. Empezamos por un camino por entre la selva.
Éramos dos grupos chicos, el nuestro de 5 personas y el otro de 4. Nuestro guía
iba adelante abriendo camino y el otro iba atrás de todo. Éste último nos
preguntó de donde éramos y al enterarse de nuestra nacionalidad se puso muy
contento, parece que le gustaba más tratar con latinos que con otras
nacionalidades. Ahí nomás se puso a enseñarnos un poco acerca de las distintas
plantas y árboles del lugar y sus diferentes usos medicinales. Por suerte este guía hablaba bastante bien el
español porque si bien Belice se ha independizado en cierto sentido de Inglaterra
sigue rindiendo cuentas a este país, de hecho todos sus billetes llevan impreso
la cara de la reina de Inglaterra, y esto genera que la mayoría de las personas
hablen en ingles y que no todas sepan el español.
Llegamos a
la entrada de la cueva y nos asombró el color celeste del río que emergía desde
adentro. Nos pusimos nuestros cascos y nos sumergimos en el agua hasta el
interior de la cueva. Una vez dentro comenzamos a recorrerla nos asombramos al ver las diferentes formas
de estalactitas y estalagmitas, unas mas grandes otras mas gordas o altas o con
formas increíbles y algunas brillaban. Caminando por el agua el guía nos hizo
apagar nuestras linternas y caminamos en el silencio y la oscuridad absoluta de
la cueva. Luego nos hizo detener y comenzamos a escuchar una música hermosa. En
ese momento pensé en donde había tenido guardada la guitarra que no la ví! Al
prender nuestras linternas nos dimos cuenta de que el sonido provenía de las
estalactitas que él estaba tocando. Nos adentramos más en la cueva y pudimos
observar restos arqueológicos como instrumentos ceremoniales, vasijas y
esqueletos mayas como sacrificios a los dioses. Lamentablemente no pudimos
sacar fotos del momento porque hace ya dos meses que prohibieron sacar fotos
después de que a un turista se le cayó su cámara arriba del cráneo de un
esqueleto.
Emprendimos
la vuelta por la cueva y el guía del otro grupo nos hizo señas al Tata,
Samantha y a mí para que hiciéramos con él un camino un poco más arriesgado pero
mas divertido. Nos metimos por lugares mas estrechos e incómodos y finalmente
llegamos a la salida un poco antes que el resto del grupo.
Cuando
estábamos regresando en la camioneta hacia San Ignacio le pedimos a nuestro
guía que nos recomendara un hostel, así que nos llevó hasta la puerta de uno
donde nos despedimos de Samantha y nuestros guías.
El dueño
del hostel era un señor algo mayor que enseguida nos ofreció acompañarnos en su
camioneta a buscar algo para cenar. Mientras comíamos charlamos bastante con él
y un canadiense que estaba viviendo hacía ya unos 9 meses en el hostel y que
había hecho una película en Belice acerca de leyenda de un duende muy famosa en
el lugar.
Al día
siguiente estábamos tan cansados de ir y venir para todos lados que nos
quedamos todo el día en el hostel conversando con John, el dueño del hostel, de
diferentes temas. El Tata le mostró fotos de Argentina y le contó varias cosas
sobre nuestro país ya que parece que por esa zona no somos muy famosos.
Caye Caulker
Nos dio un
poco de pena a la mañana siguiente despedirnos de John y su esposa pero las
playas de la isla Caye Caulker nos esperaban. Después de un bus y un ferry tocamos tierra en la isla. Es bastante pequeña la isla y la mayoría de sus
habitantes son de cultura rastafari. Todo es muy tranquilo y no hay grades hoteles
ni tiendas para recorrer. No hay casi playa en las islas de Belice y uno
prácticamente va caminando y se tira al mar que ya está profundo en la orilla. El color del agua es turquesa, verde y azul pero
lamentablemente no se ven muchos peces porque en la zona hay muchas corrientes marinas. Descansamos bastante en la isla y nos la pasábamos comiendo en
rotiserías y supermercados chinos que eran lo más barato de la isla. Todas las
noches llevábamos nuestra cena a un muelle y la disfrutábamos junto a la brisa
del mar, el golpeteo del agua en la costa. Una de esas noches nos encontramos en
una de las rotiserías chinas con un alemán de unos de 20 años llamado Leo y lo
invitamos a comer a nuestro súper lugar de lujo. Él era muy gracioso porque
hablaba con las palabras y tonada mexicana ya que hacía casi un año que trabaja
en México para una ONG.
Como en la
isla no podíamos ver muchos peces haciendo snorkelling decidimos hacer una
excursión en lancha para ir a otros lugares a ver más peces. Éramos 8 en la
lancha, una familia estadounidense con dos hijos adolecentes, una pareja de la
misma nacionalidad y nosotros dos. Enseguida todos en el barco se mostraron
bastantes entusiasmados con nuestro viaje por el mundo y nos hicieron varias
preguntas sobre eso.
En la
primer parada bajamos del bote a hacer snorkelling y pudimos ver tortugas y
diferentes peces de colores muy grandes y vistosos pero lo mejor nos esperaba en
la segunda parada. Llegamos al segundo lugar y cuando el bote frenó un poco el
motor unos 20 tiburones se acercaron curiosos. Mientras el guía les daba de comer pescado, nosotros bajamos por el otro lado al agua para nadar con ellos. La
sensación de nadar tan cerca de estos bellos animales es indescriptible! El
guía tomó entre sus brazos a un tiburón hembra y todos pudimos tocarla. En eso
momento tuve ganas de llorar de la emoción y lamenté tener puesta la máscara.
Su piel es increíble, una mezcla de fina, suave y áspera a la vez. Sin duda
alguna fue una de las cosas que más he disfrutado en este viaje.
Era el
momento de partir a México y nos tomamos el ferry que regresaba a la capital de
Belice. Durante la media hora que duró el viaje no paramos de reírnos de una
señora que parecía estar borracha y se dormía una y otra vez sobre mi hombro
por más que trataba de moverlo para que se despertara.
Mas fotos en: www.facebook.com/tonatatatour
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Hola! descubrí el blog recién, qué lindo viajeeee. Exitos, sigo leyendo :)
ResponderEliminarPaula
Este culebrón me está volviendo loco de emoción, cada vez está mas intrigante,aunque este capítulo tiene mucho olor a pescado.No aflojen, el mundo les queda chico,como diria Carlitos Balá.
ResponderEliminarGracias por los comentarios! Y por seguirnos!!!
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