viernes, 5 de abril de 2013

Segunda parte de Tailandia y Laos


Tailandia

Bangkok

Llegamos nuevamente a una de nuestras ciudades favoritas dentro del viaje, Bangkok. Pasamos sólo dos noches en la ciudad y la aprovechamos para recorrer algunos lugares donde no habíamos ido antes. Una tarde fuimos al centro cultural de la ciudad que nos sorprendió con su expresión artística muy original. También aprovechamos para hacernos el famoso masaje thai. Entramos a un local de ambiente muy relajado y armonioso donde dos tailandesas típicamente amables y sonrientes casi nos quiebran en veinte partes el cuerpo. Bueno, el masaje thai no es relajante pero si descontracturante.


Chiang Mai

Llegamos a Chiang Mai en un colectivo nocturno como a las 6 de la mañana, tomamos un tuk – tuk y esperamos en la puerta del hostel hasta que abrieran. Como a las 7.30 hs apareció una mujer que nos hizo el check – in y nos dio la llave de la habitación.

Después de dormir un rato nos fuimos a dar vueltas por la ciudad a recorrer más templos multicolores y luminosos con dragones que custodian sus puertas.




La noche de la ciudad es divertida, relajada y llena de vida con sus mercados callejeros y sus miles de pequeños restaurantes en las veredas.



El segundo día lo pasamos en un refugio para elefantes un poco alejado de la ciudad. En este lugar verdaderamente se cuida de estos simpáticos animales y se los rescata de lugares donde son maltratados haciendo tareas de carga o simplemente para divertir a estúpidos turistas como payasos de circo. Por lo que vimos en Tailandia está lleno de campos de elefantes y en la mayoría los pobres gigantes no son más que simples objetos que le hacen ganar dinero a una empresa. Por suerte este refugio es diferente.

Apenas llegamos al lugar nos dieron ropa para que todos vistiéramos igual y de esta manera los elefantes se sintieran más familiarizados con nosotros y además porque nos ensuciaríamos bastante ese día. La primera actividad era darles de comer racimos de bananas y caña de azúcar que para ellos es un simple snack. Con sus largas y dulces trompas toman la comida de tu mano y se las llevan a la boca donde las trituran al segundo. Fuimos acariciando y alimentando a casi todos los elefantes del lugar, salvo a dos que habían sido muy maltratados por humanos y nos tenían miedo. El más gracioso era un elefantito de 3 años que movía su cabeza como al ritmo de una música. El guía nos explicó que muchos elefantes, y sobre todo los más pequeños hacen esto todo el tiempo. El adorable animalito entregaba chupones en el cuello o mejillas con su trompa a todos los turistas del lugar. Más tarde el guía nos informó que acostumbraban al elefante a saborear lo salado de la transpiración humana para que cuando haya época de sequía el animal sepa que puede sobrevivir comiendo unas yerbas que contienen sales.



También recibimos lecciones de como conducir mediante palabras a los elefantes. Todos subimos al lomo del animal para practicar la subida, bajada, como seguir recto y como doblara para un lado y para el otro. Debo confesar que al principio me dio bastante miedo estar trepada a semejante bestia a algunos metros de altura.



Después del almuerzo nos montamos de a dos a los elefantes para que dieran su segunda y última caminata diaria por el bosque. Para un elefante llevar a dos personas es como para un humano promedio llevar cargando una mochila de tres kilos, aunque en muchos lugares se montan entre 6 o 7 personas por animal lo cual es muy duro para el elefante. Subimos y bajamos mientras nuestra hermosa elefante nos bañaba de agua que extraía con su trompa de una bolsa de reserva justo bajo su boca. Es que estos animales toman muchísima agua por día y se guardan un resto en su cuerpo para cuando salen a caminar y necesitan refrescarse.



El momento más esperado de un elefante! El baño! Metidos junto con los elefantes en una laguna con un poco de caca del animal agarramos el balde y los cepillos para dar un merecido baño a quien nos había deleitado con el paseo por el bosque. Todos los elefantes se echaron en el agua mientras nosotros a baldazos y cepillos en mano le dábamos una buena ducha. Fue hermoso poder sentir toda su extraña piel rugosa con sus graciosos y duros pelos y mirar de cerca sus profundos y dulces ojos.



Cerramos el día sin lugar a dudas de la mejor forma, sabiendo que de alguna manera habíamos hecho nuestro pequeño aporte para que estos, y ojalá que muchos más, elefantes vivan como se merecen.

Doi Inthanon

Con el Tata decidimos alquilar una motito para recorrer por nuestra cuenta el norte de Tailandia. El primer día comenzamos por el Parque Nacional Doi Inthanon, una belleza de lugar bañado de cascadas maravillosas de aguas frías y cristalinas, templos con jardines llenos de flores y plantas de todos los tipos y colores y además por si fuera poco está el punto más alto de Tailandia. Un lugar de sueños.




El  viaje en total sería de unos 700 Km divididos en 4 días. Recién terminábamos de recorrer el parque y ya el culo y las piernas no nos daban más y todavía faltaban 120 Km para llegar a Mae Sariang.

Mae Sariang

Al atardecer y con nuestros ojos y caras llenas de cenizas por las quemas controladas que los tailandeses realizan en sus bosques en la época de sequía, llegamos finalmente al primer pueblo donde pasaríamos la noche. El hotel era barato y bastante bueno y lo primero que hicimos fue tomar una ansiada ducha para luego ir a cenar los cansadores noodles o fideítos como nosotros lo llamamos.

Mae Hong Son

Partimos temprano en la mañana después del desayuno por la ruta de interminables curvas, subidas y bajadas. Al llegar a la ciudad de Mae Hong Son pasamos por su pequeño lago donde en su orilla se puede disfrutar de un hermoso templo budista. Justo a la vuelta de la esquina del templo encontramos un hotel muy bueno y barato para pasar la noche pero como todavía era el mediodía decidimos almorzar algo y después ir en la moto hasta la Villa de las Mujeres Jirafa.



Después de unos 7Km y varios arroyos que cruzamos por el camino, llegamos a la villa donde el gobierno de Tailandia te cobra una entrada para poder ver a esta tribu. Si bien es interesante ver en vivo y directo a estas hermosas mujeres de cuellos larguísimos por la cantidad de anillos dorados que en ellos colocan, también está la parte triste. Y es que las personas que habitan en esta comunidad son refugiadas por haber escapado de Myanmar, ya que en dicho país los esclavizaban con el pasado gobierno militar. Su situación actual sigue siendo bastante desalentadora porque no gozan del derecho de poder salir del lugar donde habitan para absolutamente nada. Según leí una sola vez los sacaron para llevarlos a una ciudad para que la gente los viera y fotografiara al mejor estilo fenómeno de circo. Los niños en la aldea reciben educación primaria y secundaria pero no tienen la posibilidad de asistir a la universidad. La plata que el gobierno tailandés recauda por el cobro de la entrada a la aldea va una parte para el gobierno y otra poca para la comida de la comunidad. Los habitantes de la villa sólo ganan dinero por las diferentes artesanías o souvenirs que venden. Traté de sacarle información sobre su estado en el lugar a varias mujeres de diferentes puestos de venta, mientras contribuíamos comprándoles algo, pero no dio muy buen resultado, solo se limitaron a decirme lo que ya sabía. Cuando salimos del lugar le preguntamos a las personas que nos vendieron las entradas por que la gente de la comunidad no volvía a Myanmar con el cambio de gobierno democrático y ellos me dijeron que no quieren regresar, que se quieren quedar allí. Igualmente no nos cerró del todo la respuesta. Tal vez esta gente tenga miedo de regresar, tal vez no puedan encontrar ningún trabajo para sobrevivir en su país de origen o tal vez o tal vez haya otra razón que nunca sabremos.




Pai
Un lugar hecho plenamente para relajarse. Cerca de las 12 del mediodía llegamos a la ciudad y el segundo alojamiento en el que entramos a consultar precios nos quedamos. Eran una hermosa y sencilla cabañita hecha con pilotes, paredes de madera y bambú y techos de paja. La cama tenía vista a un enorme ventanal que ocupaba toda la pared frontal de la cabaña. Una hamaca paraguaya, una pequeña mesita y dos sillas estaban dispuestas en la estrecha galería que se encontraba apenas terminabas de subir la escalerita de madera para ingresar a la choza.



Después de almorzar nos fuimos a hacer unos masajes con aceites en todo el cuerpo porque en Pai eran baratísimos. La siesta en la cabañita vino después del relax de los masajes y al atardecer salimos a dar vueltas por el lugar. Pai de noche es increíble. Las calles y negocios de la zona se llenan de luces y colores y las decoraciones de los locales y puestos callejeros son de lo más originales y hermosas.




Mientras íbamos llenándonos los ojos con la singularidad e imaginación de los asiáticos también aprovechamos para ir de puesto en puesto comiendo de todo un poco de esas exquisiteces: brochetes, sushi, spring rolls y pizza casera. Sin dudas la mejor cena en mucho tiempo.



Con la panza llena nos fuimos a tomar una cervecitas a un bar que deslumbraba por sus diferentes luces de colores, cuadros y hasta una fogata en medio de sillones. Fin de la noche y acostarse rápido para salir temprano a la mañana siguiente.

Chian Rai

Terminamos nuestra vuelta en moto después del último y más bello tramo de ruta. La vegetación entre selva y bosque fue increíble hasta que nos encontramos finalmente en Chiang Mai. Allí estuvimos un par de horas esperando a que saliera el bus hacia Chiang Rai.

Luego de unas 3 horas de viaje por sinuosos caminos arribamos a Chiang Rai. Nos hospedamos en un hotel un poco alejado asi que tuvimos que caminar unas cuantas cuadras para encontrar un lugar para cenar. Nos metimos a un pequeño restaurante donde la especialidad era el “Hot Pot”. Como aún no lo habíamos probado decidimos que sería el día para hacerlo. Este plato se come de la siguiente manera: En la mesa te ponen una olla con un calentador eléctrico que mantiene caliente el caldo que hay dentro de ella y el mozo te da la carta para que elijas que cosas pondrá dentro de tu “sopa”. Todo junto, la carne, el pollo, la lechuga, zanahoria, hongos y noodles va dentro de la olla. Para ser sincera no es la comida más rica que he probado y menos si pensamos que durante todo el viaje estuvimos hablando con el Tata de las ganas de comernos un rico asado argentino con sus sabrosas costillas, y después de eso encontrarte con esta sopita es realmente triste. Cansados un poco de la comida asiática terminamos en uno de los miles y miles de Seven Eleven, una cadena de mini mercados que están en cada estación de servicio y en cada cuadra de cada pueblo o ciudad de Tailandia, y allí compramos sándwichs de jamón y queso muy ricos.

Al día siguiente nos fuimos a conocer el famoso Templo Blanco del lugar. Realmente no tengo palabras suficientes para describir la belleza y originalidad de esta magnífica estructura pulcra y blanca. Rodeada de agua con grandes peces de colores. Este edificio brilla a la luz del sol por tener incrustaciones de espejos en todas partes. Dentro del templo se encuentran pinturas en sus paredes con representaciones del bien y del mal y algunos ejemplos son: la figura de Ben10, Batman, Fredy Krueger, el atentado a las torres gemelas y como altos representantes de la maldad en la tierra la cara de Bin Laden y Bush. No se pueden sacar fotos a las pinturas asi que tuvimos que guardar sólo en nuestras memorias las locas imágenes. Este templo fue hecho por un artista tailandés que también tiene una sala de exposición con excelentes cuadros.



Después del almuerzo fuimos a ver otra exquisita obra de otro artista tailandés: La Casa Negra. En contra puesta a lo que ya habíamos visto en el Templo Blanco aquí casi todo era negro con grandes estructuras de madera, techos a dos aguas, cuernos y pieles de víboras. Dentro del predio se encuentra la casa donde vive este talentoso artista pero hasta allí no se puede llegar. El lugar tiene un aire frio y ostentoso pero presentado con tan buen  gusto y elegancia que impacta a la mirada.



Laos

Luang Prabang

Bien temprano a la mañana nos pasaron a buscar en una mini van para llevarnos en un viaje de tres horas hasta la frontera con Laos. Después de pasar por el baño y de comprar dos almohadoncitos porque nos dijeron que el bote era bastante incómodo, fuimos a hacer la cola para migraciones de Tailandia. Mientras esperábamos una pareja tailandesa de unos 50 y pico de años nos preguntaban muy interesados por nuestro viaje ya que habían visto todas las banderas de todos los países que habíamos visitado pegadas en nuestras mochilas. Una vez que terminamos los trámites en Tailandia cruzamos el río, no demoró más de 5 minutos, para llegar a migraciones de Laos. Allí había mucha gente asi que debimos esperar bastante hasta que nos atendieran. Mientras esperábamos noté un gracioso cartel que con caricaturas informaba a los turistas acerca de las costumbres en Laos y como debíamos comportarnos para no ofender a las personas del lugar. Hubo una que me sorprendió un poco y hasta me dije a mi misma “quien puede actuar de esta manera?”. Una caricatura de dos turistas borrachos, él con el torso desnudo y abrazado a ella con un mini short y la parte de arriba de la malla brindando un show para todos. No tardé mucho en darme cuenta que la caricatura no era nada exagerada.

Esperamos unos minutos hasta que finalmente la gigantesca balsa a motor que nos llevaría durante 2 días por el río Mekong hasta Luang Prabang apareció. Éramos unas 120 personas dentro del bote y no había lugar para más nada ni nadie en el lugar. Unos canadienses de unos 20 y tantos años comenzaron a tomar y tomar hasta que uno de ellos decidió sentarse en la parte trasera de la barca con medio cuerpo afuera y un amigo de él fue a su búsqueda. Finalmente jugueteando los dos cayeron al agua. Inmediatamente pararon la barca y a los pocos minutos dos canoas con motor los regresaron al bote. La preocupación de los lugareños que trabajaban en el bote era muchísima, todos gritaban y parecía que discutían entre ellos pero, claramente, no entendimos que decían. Fue en ese preciso momento que entendí el porque de esos exagerados carteles que vimos en la frontera.

El resto del viaje siguió normal, sin ningún sobresalto. Las vistas al ancho río eran hermosas y pudimos ver pescadores, niños jugando en el agua y bueyes tomando un baño para refrescarse del calor. Tuvimos algunas conversaciones cortas con 2 parejas de alemanes que iban viajando adelante nuestro y como nosotros no teníamos reserva de hotel en la villa donde pasaríamos la noche antes de seguir viaje, les preguntamos si podríamos ir con ellos hasta su hotel para ver si había lugar.




Pisamos tierra firme y comenzamos a hacer la subida que se levantaba justo a la orilla del río entre filosas rocas y todo esto con nuestras pesadas mochilas al hombro. Terminada la mini escalada fuimos hasta el hotel de los alemanes pero no tuvimos suerte. Empezamos a preguntar hotel por hotel pero no había más lugar. Después de una media hora en un hotel chiquito nos dijeron que tenían una habitación pero que, según lo que le entendimos en su pobre inglés, no tenían candado para cerrar la puerta. Igual eso no era problema porque nosotros llevábamos uno. Una niña me acompañó para mostrarme la habitación y lo que vi fue que la puerta sí que se podía cerrar aunque el problema era que no podía abrirse porque no tenían la llave! Entonces le pregunté a la niña como haría yo para abrirla a lo que ella respondió encogiéndose de brazos. Decidimos seguir la búsqueda por otro camino y finalmente encontramos unas hermosas y nuevas cabañas con una espléndida vista al río donde todas las barcas que habían llegado ese día estacionaban.

Al día siguiente nos restaban unas 9 horas dentro del bote y aunque era largo el trayecto lo disfrutamos bastante por los hermosos paisajes del lugar.

Ya en la ciudad de Luang Prabang fuimos rumbo a nuestro hotel pero esta vez con reserva. Esa misma noche quedamos en encontrarnos para cenar con las dos parejas de alemanes: Katharina y Heiko y Fine y Eugen. Fuimos a cenar al mercado de la ciudad que está llena de puestos que ocupan varias cuadras y se desplazan entre las veredas y las calles del lugar. En un concurrido puesto del mercado cenamos con la dos parejas de alemanes, un francés y dos ingleses que también venían en el barco y se nos sumaron. Más tarde fuimos a tomar cervezas pero todo en Laos termina muy temprano asi que a las once de la noche ya está todo cerrado. En el mismo lugar donde tomamos las cervezas los tuk – tuk esperaban a todos los turistas para llevarlos a seguir tomando y disfrutando de la noche en un bowling algo alejado de la ciudad. Decidimos ir hasta allí en el tuk – tuk de nuestro amigo de Laos: Sam. Cuando llegamos al bowling nos encontramos con un lugar bastante feo llenos de turistas borrachos asi que no permanecimos demasiado en el sitio. Después nos enteramos que este lugar está manejado por la policía para sacar plata aprovechando que los bares de la ciudad sólo pueden abrir hasta las 11 de la noche.

Durante los dos días siguientes hicimos varias cosas juntos con los 4 agradables alemanes. Alquilamos bicicletas para recorrer la ciudad, cenamos juntos y fuimos a unos piletones naturales en el tuk – tuk de Sam. El lugar de los piletones es alucinante con agua completamente celeste y un increíble refugio de osos.





El último día en Luang Prabang nos despedimos de Fine y Eugen que seguían viaje hacia el sur de Tailandia. Mientras que nosotros iríamos hacia las famosas 4000 Islas en Laos con Heiko y Katharina.

Vientiane

Después de una noche en un bus – cama llegamos a Ventiane, la capital de Laos, para pasar el día y luego seguir viaje hasta nuestro objetivo: las 4000 Islas.

La capital de Laos, como cualquier otra ciudad del Sudeste Asiático, está llena de templos y por supuesto que algunos visitamos. Luego del almuerzo entre los cuatro decidimos tomarnos un tuk – tuk hasta el famoso “Budha Park”. El camino era bastante malo y el trayecto final de tierra con miles y miles de agujeros que pudimos sentir bastante bien dentro del destartalado vehículo. Para colmo de males el pequeño autito apenas llegaba a 30 Km/hora asi que recorrimos los 30 Km hasta el parque en mas de 1 hora.

Al fin dentro del “Budha Park” sentimos que todo el horrible viaje valió la pena. Cientos de estatuas budistas e hindúes de diferentes tamaños adornaban todo el entorno pero sin dudas lo más interesante fue una gigantesca estructura en forma de manzana con algo similar a la forma de un árbol plantado en su cima. Nos metimos dentro de esta extraña estructura por una gran boca de un ser extravagante. Ya dentro nos dimos cuenta de que el lugar estaba compuesto por tres pisos en los cuales se podía acceder por medio de unas estrechas escaleras y dentro de cada uno de ellos había misteriosas figuras. Una vez que subimos los tres pisos aparecimos en el techo junto al árbol que estaba en la cima y desde allí tuvimos una excelente vista hacia todo el parque.




4000 Islas - Don Khon

Con muchas ganas de tomar un baño y muy cansados nos preparamos para nuestra segunda noche en bus. A la mañana siguiente llegamos a Pakse y desde allí otro bus por unas dos horas hasta el río Mekong donde tomamos un bote por una media hora para llegar a una de las islas, Don Khon.

Se podría decir que Heiko y Katharina ya eran oficialmente nuestros compañeros de viaje. Ella muy rubia y de ojos celestes, una mujer determinada y con mucho carácter, simpática y sociable. El también rubio y ojos celestes, tranquilo, simpático, diplomático y de comentarios divertidos. Los cuatro, un solo grupo de viajeros, llegamos a Don Khon, el lugar más caluroso que he visitado en mi vida.

Como estábamos exhaustos y muertos de calor no buscamos demasiado por un hotel y nos quedamos en uno de los tres que habíamos visto. La verdad que era muy barato y parecía bastante bien hasta que llegó la noche. Después de unas cervezas en el balcón que daba al hermoso río de las cabañas donde paramos nos fuimos a dormir. Mi almohada era bastante incómoda asi que le pregunté al Tata si podía alcanzarme el almohadoncito que habíamos comprado para llevar en el bote en caso de que el asiento fuera incómodo. Cuando el Tata prende la luz docenas de cucarachas que andaban dando vueltas por alrededor de nuestras mochilas comenzaron a correr. Desesperados por el desagradable momento tomamos la decisión de avisarles a Heiko y Katharina sobre la plaga de cucarachas. La idea de los cuatro fue mudarnos de hotel hasta uno no muy lejos, uno que no tuviera cucarachas.

Nuestros días en la isla fueron muy relajados, contagiados un poco por el ritmo de los locales que es muy pero muy lento. Por ejemplo en los pequeños restaurantes del lugar demoran casi una hora en armarte un sándwich y siempre toman una siesta entre la preparación de plato y plato. Así es la vida en las islas, lenta y relajada.

Anduvimos en bicicleta, descansamos en una playa donde estuvimos casi toda la tarde en el río y, además, con el risueño y simpático dueño del hotel, “Papa”, hicimos una excursión en bote hasta unas cascadas grandes y preciosas donde también pudimos refrescarnos en el río.





Así tranquilos y observando como la vida sucede me puse a pensar en lo bueno que es de vez en cuando frenar con la rutina y sólo observar lo que pasa a tu alrededor. 
Así como hemos hecho en este viaje. De a poco y sin darnos cuenta uno se convierte en observador y te empezás a dar cuenta lo locos y extraños que somos los seres humanos. Levantamos imperios, destruimos imperios, alzamos religiones que nos controlan y nos hunden en el miedo mientras cumplimos con diferentes rezos, rituales y rutinas para mantenernos a salvo y dentro de nuestra impuesta normalidad. Y así también nos autodestruimos, nos matamos por nada y discriminamos y como creemos ser todopoderosos vamos siempre en contra de las reglas de la naturaleza. Así de a poco nos vamos aislando uno de otros formando nuestra trinchera pero de repente nos damos cuenta que estamos demasiado alejados asi que inventamos aparatos y tecnología para estar más comunicados aunque separados.

Más fotos en: www.facebook.com/tonatatatour

1 comentario:

  1. Sencillamente rico el relato, No se puede agregar mucho cuando uno está sumergido en la rutina como bien comentas en tu último párrafo.
    Genial, precioso, por sobre todo sirve para reflexionar sobre la rutina de nuestras vidas.
    Besos para los dos.

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