La
habitación del hotel estaba bastante bien y lo mejor era que en la terraza
había una pileta donde nadamos un rato antes de ir a cenar con la pareja que
habíamos conocido en el bus.
Le
preguntamos al encargado del hotel si era seguro tomarse un colectivo hasta la
terminal ya que al día siguiente salía un bus a las 5.00 hs hacia La Ceiba donde
tomaríamos un ferry para llegar hasta la isla de Roatán. Él nos contestó que no
había problema en tomarnos el colectivo y que además nos saldría mucho mas
barato que ir en taxi. Igualmente se mostró demasiado preocupado por que el
taxista que nos llevó hasta el hotel no se diera cuenta que él nos había
aconsejado ir en bus. Nos pidió por favor que tratáramos de salir cerca de las
3.45 hs porque seguramente el conductor estaría esperándonos en la puerta del
lugar cerca de las 4.00 hs para
llevarnos aunque nosotros no lo hubiéramos llamado.
Cerca de
las 3.55 hs estábamos en la parada de colectivos esperando para irnos. Ya se
estaban haciendo casi las 4.30 hs y el bus no aparecía. Entonces volvimos
caminando a la puerta del hotel para llamar a un taxi. Al llegar a la puerta
nos subimos a un taxi que estaba estacionado en el lugar y nos cobró menos de
la mitad de lo que nos habían cobrado la noche anterior para llevarnos hasta la
terminal de buses.
Llegamos en
horario para tomarnos el ferry en La Ceiba y nos despedimos de los ingleses que
se iban hacia otra isla llamada Utila.
El ferry era súper grande y cómodo, con aire acondicionado y TV, asi que creo que
valió la pena haber pagado tanto por él.
Al bajar en
Roatán fuimos a tomarnos un colectivo hasta el hostel porque los taxis nos
cobraban carísimo! Preguntamos a unas personas de la terminal de ferry donde se
tomaban los buses que iban hasta West End, donde se encontraba el hostel, y nos
dijeron que no habían buses que llegaran hasta ahí. Como nos pareció mentira lo
que nos dijeron seguimos caminando hasta la salida del lugar y le preguntamos a
un señor que parecía estar esperando al colectivo. Él nos dijo que allí se tomaba
el bus que nos llevaría a un punto donde tendríamos que tomar otro. Esperamos una
media hora y el bus no aparecía. César, el señor de la parada de colectivos,
llamó a un amigo para que lo fuera a buscar y nos ofreció llevarnos hasta la
otra parada de buses.
Nos subimos
al auto del amigo de César y conversamos un poco camino al lugar donde nos
dirigíamos. Resulta que César era entrenador de fútbol en una canchita para
niños del lugar. Él iba todos los martes de cada semana hasta el sábado cuando
se volvía a La Ceiba. Al llegar a la parada de buses nos dio su celular por si
necesitábamos algo. Nos despedimos agradecidos y nos quedamos esperando el
siguiente colectivo.
Bajamos a
una cuadra de la playa y a medida que nos acercábamos al mar no podíamos creer
el color del agua! Estábamos muertos de calor y no veíamos la hora de poder
sumergirnos en esas aguas cristalinas! El hostel donde nos hospedaríamos estaba
a la orilla del mar y allí también estaban alojados una pareja de australianos
que habíamos conocido cuando estuvimos en Bocas del Toro. El problema fue que
en el hostel no había más habitaciones asi que tuvimos que irnos a otro hostel
a una cuadra de ahí. Por suerte donde finalmente nos hospedamos era un lugar
que tenía varios servicios que generalmente no se encuentran en los hostels
como toallas limpias todos los días, la cama tendida, el baño aseado todos los
días, ducha con agua caliente, aire acondicionado, desayuno incluido y agua
fría para beber a disposición.
Ese día
almorzamos en un restaurante de un simpático italiano llamado Andrea quien nos
recomendó lugares y cosas para hacer. Al terminar el almuerzo nos subimos en un
water taxi que nos llevó a West Bay que quedaba a 10 minutos. No se si pueda
explicar con palabras la hermosura del lugar. El mar parecía una pileta por su
tranquilidad y claridad, aunque creo que era muchísimo más clara que cualquier
pileta. Era una maravilla bañarse en el lugar y sentarse sobre la arena
absolutamente blanca y suave, casi como harina. Pasamos varias horas haciendo
snorkelling cerca del arrecife donde se podía ver toda clase de peces de colores
brillantes, turquesas y amarillos, verdes y azules, naranjas y rosados, negros
y fuxias. También vimos calamares y cuando el arrecife se acababa se podía
observar un precipicio turquesa con arena blanca de fondo.
Esa tarde
nos encontramos con Annie y Ryan, la pareja australiana, y quedamos en
encontrarnos para cenar. La verdad es que pasamos bastante tiempo con ellos
durante las noches ya que por el día ellos no podían porque estaban haciendo un
curso de buceo. Aproveché para escuchar y hablar, aunque sea poquito, el inglés
y acostumbrarme a la tonada australiana.
Las noches
a la orilla del mar eran exquisitas! Mucha tranquilidad observando las
estrellas abrazados por una brisa cálida del lugar.
Un día
alquilamos una motito y salimos a recorrer la isla. Primero fuimos a una granja
donde habían más de 4000 iguanas de diferentes tamaños y colores, a las que
podías acariciar y alimentar casi como a un perro. También estuvimos con una mona
llamada Coco que me agarraba fuerte mis manos desde una jaula como pidiendo que
no me fuera. Eso fue lo único que no me gustó del lugar. Es que odio ver a
animales encerrados. En la bahía del lugar había varios peces que ya habíamos
visto haciendo snorkelling. Desde ahí llegamos hasta Punta Gorda donde vive una
comunidad rasta y almorzamos en el muelle de un restaurante casi en el medio
del celeste mar. Seguimos recorriendo el increíble camino, rodeado de
vegetación y vistas deliciosas al océano hasta llegar a Camp Bay. Esta playa
estaba casi desolada. Sólo había un hotel con unas cuantas personas por donde
se bajaba hacia la playa. Decidimos caminar un poco y llegamos a una playa
donde no había nadie, solamente nosotros dos. En ese momento pensamos que era
la oportunidad de saber que se siente nadar desnudos en las cálidas aguas de
este mar caribeño… y si, se siente increíble!
Esa noche
estábamos agotados de tantas horas de andar en esa motito, asi que fuimos a
dormir temprano.
A la mañana
partimos otra vez para la playa de West Bay ya que era nuestro último día en la
isla y que mejor que disfrutarlo en ese increíble mar viendo toda clase de
peces a nuestro alrededor. Realmente no nos queríamos ir del lugar pero
debíamos seguir viaje hacia Guatemala ya que no nos quedaban demasiados día para
recorrer antes de que nuestro vuelo a Europa saliera el 14 de septiembre. Esa noche
cenamos en el restaurante de Andrea para despedirnos de él.
Al otro día
temprano nos tomamos un taxi que nos llevaría al ferry y que además nos cobró
una fortuna. Pero no teníamos opción porque los buses a esa hora no circulan.
Discutía bastante con el taxista por el precio que nos cobraba porque me
parecía un disparate. Al llegar arriba del ferri nos encontramos con nuestro
amigo César que nos acompañó en taxi, después de bajar del ferry, hasta la
terminal de buses para ir hacia Guatemala.
Mas fotos en: www.facebook.com/tonatatatour
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Sin dudas,hay una vida mejor. Sigan disfrutando.Muchos éxitos y muchos besos.
ResponderEliminaruhau nena q fasinante tu viaje cuando leo tus relatos siento q lo estoy viviendo....nena segui pasandola lindo y disfrutando mucho...t kiero y s t extraña....besos esther...
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