lunes, 23 de julio de 2012

Costa Rica, no digas que no te avisé…

Cahuita

Cruzamos la frontera  de Panamá y Costa Rica después de estar algunos minutos bajo el sol y el calor húmedo y subimos a una mini van junto a un costarricense y una pareja, el de Hawai y ella de Ucrania, para llegar hasta Cahuita. El viaje fue bastante corto y divertido porque pudimos conversar bastante con la pareja que nos acompañaba acerca de nuestro viaje y el recorrido que teníamos pensado hacer. Las tres personas que nos acompañaban bajaron en Puerto Viejo que esta a unos pocos Km de Cahuita y nosotros seguimos viaje. Al llegar nos dejaron en la puerta de un hostel que habíamos visto por internet en Bocas del Toro. El lugar estaba bastante bien y salimos a caminar un rato por el pueblo para buscar a donde almorzar. Llegamos a la playa del lugar que era parte de un parque nacional, asi que tanto para entrar a la playa como para recorrer el bosque que la rodeaba debíamos registrarnos y hacer una contribución voluntaria que nos podía servir para el resto de los días que permaneciéramos en el lugar. Hicimos la contribución y nos sentamos a almorzar en un restaurante al mejor estilo rasta con música de Bob Marley de fondo.

Por la mañana siguiente decidimos ir a conocer el bosque del parque nacional ya que el día estaba completamente nublado y a la playa no podíamos ir. Comenzamos la caminata y la lluvia empezó a caer pero no se sentía tanto por las copas de los frondosos árboles del lugar. Los monos y los perezosos parecía que se habían escondido por el mal tiempo y nosotros decidimos enfocarnos en un mundo más pequeño, el de los insectos, hongos, cangrejos, serpientes, mariposas y flores. Es difícil al principio encontrar esas cosas tan pequeñas ya que requieren mirar y meterte en algún sentido en una especie de sub mundo. Pero después de unos minutos todo se empieza a dar y las cosas aparecen como por arte de magia. Algunas serpientes camufladas se dejaron ver y descubrí que tengo buen ojo para ver toda clase de cangrejos. Las mariposas trataban de huir de las gotas y se posaban en algunas hojas y ramas para descansar  mientras las arañas tejían sin parar. Llegamos al final del recorrido, y aunque estaba nublado y lloviznando, nos metimos al mar y disfrutamos un rato de el agua cálida y transparente. Emprendimos la vuelta y ya casi terminando el sendero escuché un ruido en una de las ramas del árbol que tenía justo en frente y ahí los vi… monos aulladores! Al fin aparecieron!






La tormenta por la tarde fue peor y decidimos quedarnos en la habitación mirando películas en la compu y comiendo chocolates.

Como el clima seguía malo a la mañana siguiente tomamos un bus hacia el la costa pacífica del país y asi abandonar el mar caribe. Queríamos llegar hasta un lugar que se llama Sámara. Primero debíamos llegar a San José, la capital del país, y luego tomar otro colectivo a Sámara. Gracias a que llovía el viaje hasta San José fue fresco ya que los buses no tienen aire acondicionado. Al llegar a la terminal de la capital nos tomamos un taxi que nos llevaría a una segunda terminal de donde salían los colectivos a Sámara. El único problema, según nos comentó el taxista, es que era fin de semana largo y todos iban hacia la costa y por ende no habían muchos pasajes. Muy amablemente llamó desde su celular a distintas empresas de buses y ninguna tenía disponibilidad. Finalmente consiguió un empresa de colectivo que si tenía lugar pero que llegaba hasta una ciudad llamada Liberia que estaba un poco más cerca de nuestro destino y además teníamos sólo unos 20 minutos para llegar al lugar de donde salía y no estábamos para nada cerca. Obviamente que el costo del taxi hasta el lugar era bastante. Unos 5 minutos antes que saliera el bus llegamos a la terminal y hacia alla partimos. Nos quedaban por recorrer unos 200 Km que transitamos en unas 3 horas y media  porque el colectivo era lento y además paraba cada 10 minutos a recoger gente.  A las siete de la tarde pisamos Liberia y decidimos quedarnos a hacer noche en el lugar. 

La ciudad era bastante linda y no tardamos mucho en encontrar un hostel bueno bonito y barato. El estilo era antiguo y sencillo pero bien decorado. El lugar me gustaba y la gente que atendía era muy amable, pero apenas llegué sentí algo raro en el lugar. Salimos a cenar una pizza y volvimos temprano a dormir. La habitación no tenía ventanas asi que cuando se cerraba la puerta quedaba en total oscuridad. Ese lugar tenía un no se que raro y le pedí al Tata que durmiéramos con la televisión prendida, cosa que no le gustó para nada. Cuando el Tata se durmió en la casa de al lado se empezaron a escuchar fuertes ruidos de muebles que se corrían y se estrellaban contra algo de chapa o metal. Eso duró exactamente hasta las 3.30 de la mañana y yo no pude pegar un ojo en hasta las 4.30. Por la mañana cuando íbamos camino a la terminal miré la casa de al lado y estaba abandonada. Es que a veces siento cosas que realmente no tengo ganas de sentir porque todavía me dan miedo y no las entiendo y  prefiero no meterme en todo eso.

Ya en la terminal de buses decidimos viajar hacia Playa El Coco porque Sámara quedaba demasiado lejos y teníamos que tomarnos 2 colectivos más.

Playa El Coco

El viaje fue cortito y llegamos bastante temprano al lugar asi que aprovechamos la mañana, que es menos caliente, para buscar hostels. Al principio nos costó un poco porque era bastante caro para lo que nosotros podíamos pagar. Mientras recorríamos un señor nos preguntó si buscábamos alojamiento y a que precio y nos indicó que a una cuadra doblando a la izquierda había un hostel que se ajustaba a nuestro presupuesto. Seguimos caminando y apenas doblamos a la izquierda pudimos ver por las copas de los árboles y en los cables de luz varias ardillas de lo más simpáticas. A unos pocos metros más una señora paró con su auto y nos dijo en un castellano medio cruzado que ella tenía un hostel para ofrecernos muy cerca y que nos llevaría. Ya estábamos tan cansados de caminar con las mochilas que le dijimos que sí. La señora era italiana y tanto el hostel como el precio eran muy buenos. La habitación quedaba arriba y era bastante fresca ya que todo el lugar estaba rodeado de palmeras y árboles. Tenía tanto calor que apenas dejé la mochila salí corriendo para el mar. El Tata se quedó a dormir un rato porque estaba cansado. Antes de llegar a la playa pasé por un supermercado para comprar algo para tomar y comer. 

El pueblo es hermoso y tiene complejos de departamentos muy lindos y hasta algunos hermosos mini centros comerciales en donde todos los comercios dan a un patio redondo con fuente de agua y plantas. La playa es muy tranquila, con poca gente y el mar es ideal para nadar. También hay varias embarcaciones cerca de la orilla y algunos cerros verdes rodean la zona.

Al mediodía almorzamos en el patio del centro comercial y después nos tomamos unos traguitos antes de irnos a dormir una pequeña siesta.

Por la noche salimos a recorrer el centro en busca de un lugar para cenar y llegamos hasta un complejo muy moderno de varios negocios y entramos al supermercado. El aire acondicionado era perfecto asi que nos demoramos un rato dando vueltas y compramos un par de aguas antes de salir del lugar. Finalmente terminamos cenando una de las más típicas comidas argentinas: “Choripan” … jajaja! Al parecer a una costarricense que había viajado a Argentina le había encantado el choripán y lo convirtió en franquicia en Costa Rica.

El día siguiente fue pura playa y después de darnos una ducha salimos de la habitación para observar desde arriba el show que nos brindaban los cangrejos que eran cientos en el patio del hostel. Me encantaron los cangrejos no podía parar de mirarlos! Decidimos salir a ver el atardecer en el mar y por el camino tratar de ubicar ardillas para sacarles fotos pero ninguna apareció, a cambio de eso vimos una iguana bastante grande que poso tranquila para nuestra cámara. Llegamos a la playa y nos quedamos esperando el atardecer. Sin exagerar  lo que vi fue el mejor atardecer que he visto en toda mi vida! Jamás presencié un paisaje con tantos colores estridentes y un mar convertido en plata pura. Mientras todos se  rendían ante un atardecer de un cielo prendido fuego no pude dejar de emocionarme al pensar lo tremendamente afortunados que somos los seres humanos, a pesar que aún no entendamos bien de que se trata todo esto. Mientras miles de flashes de cámaras fotográficas parpadeaban en la playa me di cuenta de lo importante que nos creemos y lo poco que parecemos sumergidos en la inmensidad.




Esa noche la pasamos muy lindo caminando por la costanera y el centro de la ciudad.

En la mañana nos levantamos temprano ya que ese día salíamos para Nicaragua y no queríamos llegar muy tarde para aprovechar un poco la playa. Estábamos armando las mochilas y el Tata me pregunta: “Donde está el shampoo, la crema enjuague y el jabón?”  A lo que yo contesto: Están afuera de la habitación. Los dejamos secandose”. Nada de eso estaba fuera de la habitación, ni dentro, ni en ningún otro lado. Evidentemente alguna persona de otra habitación se lo había robado. Aunque parezca extraño hay gente que hasta te roba el shampoo! Salimos a tomar el bus un poco enojados con la situación pero pronto nos cambió la cara cuando un lugareño nos ayudó a acomodar nuestras mochilas en el colectivo y pensamos: “Que buena onda que es la gente de acá, no?”  Este señor nos había dejado las mochilas chicas en el porta equipaje que esta sobre los asientos del colectivo y el Tata bajó la suya porque quería usar su iPod. A los pocos minutos el señor que nos había ayudado se acerca a la puerta trasera del bus, donde nos sentábamos nosotros, y mientras toca el timbre para la parada y hablaba por su celular se le caen unas monedas al piso. Nosotros nos agachamos a levantarlas y se las devolvimos antes de que bajara. Unas cuantas cuadras más adelante le pido al Tata que baje mi mochila pero ya no estaba en el colectivo. Nos habían robado y lo primero que pensamos fue que había sido esta persona que nos ayudó, asi que nos bajamos del colectivo para volver al lugar donde había descendido esta persona. Mis lágrimas caían por mis mejillas pensando en algunas cosas importantes que habían en esa mochila. No me preocupaban las tarjetas porque las daba de baja, ni mis lentes de sol porque me puedo comparar otros, ni los documentos de argentina porque no me hacen falta para el viaje y gracias a la vida los pasaportes los llevaba el Tata. Lo que me angustiaba era un billete de 1 Real que guarda como recuerdo de Brasil cuando nos conocimos con el Tata, una carta de mi amiga Cata con su sello de medica que guardaba en mi billetera, la pequeña llamita que me había regalado Mariale y Diego antes de despedirnos en Perú y por supuesto mi pequeña mochilita azul que me había acompañado durante todo este tiempo de viaje. Apenas pude llegar al lugar donde este personaje bajó me puse a buscar como desesperada por el piso para ver si encontraba mi mochila tirada por el ladrón ya que no había nada de valor para él ahí adentro mientras el Tata hacía la denuncia a la policía. Después de una hora y media casi, ni el ladrón ni la mochila apareció. Después de dar de baja todas mis tarjetas nos volvimos a la parada de colectivo para llegar hasta Liberia a tomarnos el bus a la frontera de Nicaragua. Otra vez las lágrimas mojaban mis mejillas mientras el Tata trataba de consolarme. Se me pasó por la cabeza que muchas veces la vida nos da advertencias, como la de esa mañana al enterarnos del robo de nuestro shampoo que fue una clara advertencia para que tengamos más cuidado con nuestras cosas, y muchas veces no estamos lo suficiente mente atentos como para entenderlo, verlo o escucharlo.Los dos estábamos agotados de tanta corredera y nervios pero nos dijimos mutuamente que esto no iba a arruinar el viaje, asi que seguimos camino a Nicaragua…

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miércoles, 18 de julio de 2012

Panamá, ecléctica…

Ciudad de Panamá

El avión aterrizó en la ciudad de Panamá y nos dirigimos hacia la aduana dispuestos a presentar el pasaje de salida que habíamos arreglado en Barranquilla. Nos atendió una señora que no nos pidió absolutamente nada, sólo miró el pasaporte y lo selló. Saliendo del aeropuerto nos esperaba con una sonrisa enorme Roger, un nuevo Couchurfer, que nos hospedaría en su casa y fue tan atento con nosotros que nos fue a buscar en su auto. Mientras viajábamos para llegar a la casa de Roger íbamos viendo el paisaje por la ruta y no pudimos dejar de asombrarnos por la diferencia que había con todas las ciudades antes vistas. Panamá impacta de entrada por ser una gran metrópolis con sus imponentes rascacielos, impecables y ultramodernos.

La casa de Roger era muy acogedora y nos sentimos muy a gusto puesto que él es extremadamente amable y servicial, Enseguida saca un montón de mapas y cosas para hacer y ademas con las formas más económicas para llegar. Él trabaja en el Canal de Panamá operando máquinas cuando los barcos pasan y esa semana le tocaba el turno noche. Nos ofreció conocer el canal pero hacía 2 años y medio habíamos estado de paso por Panamá por nuestra luna de miel y habíamos aprovechado para conocerlo. Será por este motivo que cuando llegué al aeropuerto sentía una linda sensación al recordar la primera vez que estuvimos ahí.

Con esto del viaje y el cambio continuo de alimentación a mi cuerpo se le dio por estreñirse y no había comida ni bebida que lo solucionara. Fue por eso que a la mañana del día siguiente salimos a ver a un doctor cerca de la casa. Esperamos una media hora y me atendió una simpática doctora que me recetó fibras y una especie de jarabe. Salimos hacia el centro comercial que quedaba enfrente a comprar los remedios y de paso algo para el desayuno y la comida. Los medicamentos en Panamá resultaron ser carísimos! Mientras recorríamos el supermercado nos asombramos por la cantidad de productos de todas clases, colores y marcas que se pueden encontrar. Estábamos en la caja por pagar y de repente sin siquiera haber probado una pizca de lo recetado por la doctora salí corriendo al baño. Creo que la impresión que me dio lo que pagamos fue el mejor laxante.

Ese día salimos tarde a recorrer la ciudad, cerca del mediodía, y nos tomamos uno de los típicos colectivos de Panamá, "los diablos rojos". Estos buses son del estilo de los transportes estadounidenses para los niños que van a la escuela sólo que algunos están pintados con diversos colores, dibujos y luces estridentes. El calor dentro del micro era insoportable y bajamos absolutamente transpirados a nuestra primera visita de la ciudad, el museo. Además de ser bastante interesante la visita al museo disfrutamos del refrescante aire acondicionado del lugar. Mas allá de las invasiones y conquistas españolas la ciudad de Panamá ha sufrido del salvajismo de los piratas. Toda la primera ciudad colonial se destruyó y se construyó otra más alejada, ahora llamada Casco Viejo. Saliendo del museo entramos en la parte más moderna de la ciudad, almorzamos en un centro comercial y de ahí caminamos por la costanera que va desde la parte nueva a la vieja. Para nuestro alivio empezó a llover y ya no era tan pesado caminar bajo el sol y el calor húmedo del lugar. Era exquisitamente contrastante ver como el paisaje cambiaba de lo ultra moderno a lo colonial absoluto de una punta a otra de la bahía. La parte vieja es hermosa, los edificios de diferentes colores y techos de tejas. Pudimos ver que en esta zona se está haciendo mucho mantenimiento a las diferentes estructuras.

La ciudad de Panamá se despliega entre lo moderno y lo viejo, lo verde y el cemento, lo nuevo y la historia, es fascinantemente interesante.






Al segundo día fuimos hasta una playa que se llama Punta Chame y para llegar tuvimos que tomar dos colectivos, el último nos dejó en la ruta, parados en el medio de la nada, para esperar el que nos llevaría hasta la playa. Los buses que tomamos fueron cómodos y con aire pero el tránsito en Panamá es demasiado. El colectivo no llegaba asi que decidimos hacer dedo y un auto frenó. Era un canadiense que había alquilado un auto e iba para el mismo lugar que nosotros. Durante el viaje le comentamos que al día siguiente iríamos para Bocas del Toro y no preguntó si nos parecía bien ir en el auto con el; a nosotros nos pareció una buena idea e intercambiamos teléfonos para comunicarnos. Bajamos en la playa y esta estaba absolutamente desolada, sólo arena y mar y un par de lanchas que pasaban de vez en cuando. Se hizo la hora de almorzar y empezamos a caminar en busca de algún restaurante. Después de unas cuadras lo primero que vimos fue un lugar que se llamaba Nitrocity. Era una especie de parque para hacer deportes extremos junto con el hotel y el restaurante. Mirando un poco mejor el Tata se dio cuenta que este complejo era de un personaje que tiene un programa de deportes extremos en un canal de televisión, Travis Pastrana de "Nitro Circus". Después de almorzar y de pasar un rato en el lugar salimos a tomar una buseta hasta la ruta. Mientras esperábamos nos encontramos con un francés y un holandés que estaban con dos alemanes esperando el colectivo. Conversamos muchos con ambos mientras esperábamos y durante el viaje. Apenas bajamos del tercer bus que nos tomamos paramos en el centro comercial ya que habíamos prometido hacer un asado a la argentina para Roger y una pareja inglesa que también se hospedaban en la casa. Estos ingleses llevaban unos 6 años viajando por el mundo parando de vez en cuando para trabajar y ganar dinero para seguir el viaje.



El Tata encendió el fuego en una parrillita mínima portátil y el carbón no era el mismo que en Argentina ya que costaba mucho mantenerlo encendido. Después de probar varias formas de colocar la carne y abanicar las brazas se terminó el asado. La carne tampoco era como la argentina y nos sentimos bastante defraudados al darnos cuenta que no salió en absoluto como esperábamos.


El canadiense que había prometido llevarnos hasta Bocas del Toro nunca llamó asi que decidimos irnos en colectivo. Los ingleses también partían ese día y Roger se ofreció a llevarnos hasta la terminal. La despedida fue un tanto emotiva y pronto nos separamos cada uno para un camino diferente. La espera hasta la salida del bus era bastante asi que nos fuimos a ver una película al cine que estaba dentro del centro comercial en frente de la terminal.

Bocas del Toro

Se hizo la hora de salida y nos subimos al colectivo que no llevaría a nuestro destino. El viaje era durante toda la noche y descubrimos que los asientos no se reclinaban mucho y el viaje fue bastante incómodo. Al llegar un poco cansados por el viaje nos subimos a un taxi que nos alcanzaría hasta una lancha y está nos llevaría hasta la isla. Al bajar empezamos la búsqueda de hostel junto a una pareja australiana que llegó con nosotros. Estuvimos como una hora buscando sin encontrar nada que se ajustara a nuestros requerimientos. Finalmente llegamos a un hostel pequeño y nuevo que tenía habitaciones privadas disponibles y lo mejor de todo era que tenían aire acondicionado! El calor y la humedad del lugar son terribles! Apenas dejamos las mochilas nos recostamos en la cama y nos quedamos dormidos recuperando el sueño de la noche anterior. 

Cerca del mediodía decidimos ir a conocer alguna playa y la mejor y más barata opción para ir era en bus, asi que estábamos en la parada del colectivo y un taxista paró y nos dijo que nos llevaba por el mismo precio del bus. Por suerte el taxi tenía aire y viajamos súper cómodos hasta el lugar. Al llegar almorzamos en un restaurante a la orilla del mar y después partimos hacia la playa. Doblamos a la izquierda y nos quedamos con la boca abierta al ver el paisaje que teníamos delante de nuestros ojos. Un muelle de madera y de fondo el mar turquesa que formaba una media luna con arena blanca y palmeras. El agua era increíblemente cálida y calma y pudimos ver varias estrellas de mar haciendo snorkeling. Pasamos toda la tarde ahí y no nos queríamos ir. Esa misma noche conocimos a un colombiano al que le dicen “Jota” y a una mexicana, Oli. Charlamos un poco y quedamos en uno de esos días ir a hacer playa juntos para ver algunos peces.




A la mañana siguiente salimos a una excursión por algunas islas. Primero hicimos una parada para observar delfines que nos deslumbraron con sus saltos y juegos y después bajamos de la lancha para hacer snorkelling y observar la vida en el arrecife. Los colores eran alucinantes! Fuxias, amarillos, lilas y naranjas, los peces de todos los tamaños y formas nos rodeaban por donde mirábamos. Estuvimos casi una hora dentro del agua y todavía parecía poco! Es que cuando uno se encuentra sumergido dentro del agua observando todo el despliegue de vida en luminosos colores el tiempo parece no correr. Es una sensación mágica e inexplicable. Por último nos llevaron a una playa hermosa con abundante vegetación y olas grandes.




Por la mañana nos levantamos temprano y nos juntamos con Jota y Oli y quedamos en ir, junto con dos chicos más, a una playa surfer para verlos haciendo lo suyo en el mar. Con el Tata nos quedamos en la orilla y vimos como ellos disfrutaban del momento. Después de almorzar llegamos al hostel y sin saber bien por que los dos nos quedamos profundamente dormidos. La siesta nos vino bastante bien y recuperamos fuerzas. Bocas es una isla tranquila pero llena de vida y lugares para ver y recorrer y el agua de mar que la rodea es increíblemente transparente y desde las lanchas o muelles se puede ver el fondo del mar y todos sus peces.

Ya era el cuarto día en la isla y emprendimos la partida a Costa Rica. Abordamos una lancha a las 8.30 para llegar a nuestro próximo destino.

Nos vemos en Costa Rica...

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viernes, 13 de julio de 2012

Colombia, saltando Tapias…


Popayán

Después de cruzar la frontera ecuatoriana y colombiana nos dispusimos a conseguir cambio en pesos colombianos y a comprar el pasaje que nos llevaría a nuestro primer destino. Como amena bienvenida en la casa de cambio nos dieron casi 10000 pesos colombianos de menos pero por suerte el colectivo era bastante confortable. El camino estaba lleno de curvas y la vegetación y paisaje del lugar eran admirables. Tardamos como unas 9 horas en recorrer solamente 300 Km, un viaje un poco lento pero lo importante fue que llegamos.

Eran como las 2 de la mañana y tocamos el timbre de la casa donde vivían los padres y un hermano de Manuel Tapia, nuestro amigo colombiano que actualmente vive en Argentina. Nos atendió Carlos Vicente, el hermano de Manuel, junto con Nora, la mamá, e intercambiamos un par de palabras antes de irnos a dormir.

A la mañana siguiente nos esperaron con un típico desayuno colombiano que consiste en arepas, queso, huevo revuelto, frutas, café y jugo de frutas recién exprimido. Aunque en Argentina no acostumbramos a desayunar tan abundante, apenas una café con leche y un poco de pan tostado con mermelada, al Tata le cayó muy bien el temita del desayuno abundante y sobre todo el huevo, cosa que yo no consigo pasar por la mañana. Cuando terminamos el desayuno partimos con Carlos Vicente hacia el Museo Mosquera un ilustre personaje de la vida política colombiana y pariente de Nora quien lleva el mismo apellido. ¡Carlos Vicente resultó ser un libro abierto! Él es capaz de recitar con fecha exacta variados acontecimientos históricos y además es un apasionado de Argentina, asi que nos sorprendió contándonos acontecimientos y hechos de la historia argentina que ni siquiera nosotros sabíamos.



Por la tarde salimos con los 3 personajes de la familia Tapia Mosquera a tomar unos Champús; una bebida hecha con algunas frutas, maíz y agua de panela; y unas empanaditas de Pipián muy pequeñitas pero deliciosas!

Al siguiente día por la mañana fuimos a conocer la finca de la familia que quedaba en la afueras de la ciudad de Popayán, aprovechando la visita de unos interesados en la compra del lugar. El lugar el bello y está rodeado de verde por donde quiera que uno mire. A lo lejos se puede ver un bosque de altos árboles y hasta un arroyo de agua fresca corre por el terreno.



Nora, Carlos Vicente y Orlando nos recibieron increiblemente!
Por la tarde salimos los dos solos a recorrer el centro de la ciudad y apenas descendimos del taxi un tipo pelado que iba caminando se nos acercó y con voz casi tenebrosa nos dijo: “Salgan del centro!” Nosotros que estábamos un poco sugestionados por algunas historias de la guerrilla y la supuesta inseguridad en Colombia nos miramos espantados pero seguimos con nuestro recorrido. Aunque después de unos días nos dimos cuenta que en realidad Colombia nos están inseguro como dicen, solo hay que tener un poco de cuidado y no “andar dando papaya”! Una expresión muy colombiana que se refiere a no andar por la calle con tu súper cámara sacando fotos cual turista japones. El centro es, como en muchas ciudades latinoamericanas, muy colonial y está muy bien mantenida. Todos los edificios y casas del lugar son de fachada blanca y por la noche la ciudad luce espléndida con sus faroles encendidos.





Al tercer día en Popayán nos esperaba nuestra partida hacia Cali. Me conmovió la despedida de la familia Tapia Mosquera porque nos habían tratado como hijos. En un momento Orlando, el papá, nos dijo que volvamos a visitarlos con los nietos! Eso me lleno de ternura. Esta familia es exquisitamente culta y amorosa y pudimos compartir e intercambiar ideas sobre nuestros países y sus formas de gobierno.

En este punto creo que tanto el Tata como yo podemos visualizar ciertas características de nuestro país comparándolo con el resto de lo que conocimos de Sudamérica. Es un poco difícil encasillar a Argentina dentro de un estereotipo. En lo que pudimos conocer de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia vimos que su cultura indígena es muy rica y muy marcada, cosa de la cual carecemos en Argentina. La influencia europea en nuestro país es abundante y la mayoría de la población tiene ascendencia española o italiana. Entonces resulta que no somos europeos, aunque tenemos una cultura parecida, pero tampoco tenemos mucho que ver con la cultura aborigen y esto provoca unos cuantos problemas a la hora de establecer quienes somos y que lugar ocupamos dentro de este mundo. Algo similar creo que debe suceder en Uruguay y Chile, aunque los argentinos nos caracterizamos por nuestro ego desmedido que busca marcar y establecer una identidad que no logramos encontrar. Viajando y estando en contacto con la gente y los lugares uno empieza a entender mejor muchas cosas que antes no estaban demasiado claras.

Cali

Llegamos a la terminal terrestre de Cali y le llamamos por teléfono a Leonardo, un couchsurfer, que nos brindaría alojamiento en la casa de su mamá, Victoria. Sin saber habíamos pasado casi por la puerta de la casa cuando íbamos rumbo a la terminal asi que tuvimos que tomarnos un taxi que nos iba a salir bastante caro para llegar al domicilio. Leonardo nos anticipó por teléfono que nos costaría unos 8000 pesos colombianos.  Cuando paramos el taxi le preguntamos al conductor cuanto nos costaría y el nos respondió que 15000, nosotros le comentamos que ya habíamos consultado con alguien del lugar y nos había dicho que era mucho menos, pero el insistió que no podía ser. Lo dudamos un poco pero nos subimos igual y nos quedamos mas tranquilos cuando el señor taxista nos mostró que el vehículo tenía taxímetro. En realidad nos sentimos un poco culpable por haber desconfiado de él y el Tata le pidió disculpas. Cuando llegamos al destino el nos mostró que el taxímetro marcaba los 15000 que él nos había dicho, aunque parecía un poco raro porque se leía 150 en lugar de 15000, pero pensé que era porque los demás ceros no entraban en la pantalla. Unos días después nos dimos cuenta al tomarnos otro taxi que en realidad eso que marca la pantalla es algo así como la cantidad de cuadras o metro recorridos y que luego el conductor debe apretar un botón para que se vea el precio que el pasajero debe pagar. Finalmente parece ser que el primer taxista nos tomó por verdaderos tontos.

Al llegar a la casa de Victoria dejamos nuestras mochilas en la habitación y mientras esperábamos que Leonardo llegara aprovechamos para hablar un poco con Victoria. Leonardo llegó con su novia e hijo y nos invitó a dar un paseo nocturno en su auto por la ciudad. Al final del paseo nos llevó a un barcito en una de las subidas a la montaña para tomar una cervezas mientras apreciábamos las luces de la ciudad.

A la mañana siguiente salimos temprano a recorrer la ciudad pero esta vez de día. Comenzamos por la parte histórica del centro y conocimos varios edificios coloniales y después entramos al Museo del Oro que fue muy interesante con variadas piezas de oro y muchas artesanías indígenas. El centro de información turística estaba cerrada porque era sábado asi que tuvimos que guiarnos sólo con el GPS de mano que llevábamos y haciendo caso a los puntos importantes que nos marcaba. Pasamos por el Parque del Gato donde se ven como unas 20 esculturas de gatas pintadas de diferentes colores y que cuentan varias historias sobre cada una. Después del almuerzo caminamos bastante hasta un parque que está en la cima de uno de los cerros y aprovechamos para descansar.








Al día siguiente nos despertamos como siempre temprano, a las 7 de la mañana, al parecer nuestro reloj biológico no nos permite descansar más. Estuvimos disfrutando de unas horas sin hacer nada hasta que nos pasó a buscar Leonardo para llevarnos a la casa de un amigo que nos mostraría un río que quedaba cerca de su casa. Jose y su novia viven en una casa en un barrio humilde de Cali, él es contador y trabaja en una empresa pero parece que para los profesionales colombianos no es fácil acceder a un buen sueldo que les permita mantener el nivel de vida que se merecen pero por lo contrario la universidad es cara y sólo las personas con plata o pueden acceder a este tipo de educación o por lo contrario mediante un gran esfuerzo el estudiante puede pagar estas universidades, ya sea por ahorros de toda la vida o por trabajar mientras se estudia. Jose es una persona muy cálida y nos recibió en su casa junto a su novia con los brazos abiertos! Partimos con el sol en la cabeza hacia el río junto con Jose mientras su novia se quedaba preparando el almuerzo. Bajamos por un resbaladizo barranco hasta el río mientras el sol nos castigaba con sus implacables rayos. Recorrimos un trecho por la orilla del río hasta llegar a una oculta cascada que Jose conocía muy bien. El agua caía fuertemente y nos refrescamos hasta sentir frío. Nos esperaba la peor parte… el ascenso! Llegamos cansados a la casa y por suerte nos esperaba un exquisito pescado hecho en horno de barro con papas y arroz. Charlando con esta "rara" pareja, como los ven en Cali, nos enteramos que son amantes del Metal mientras que en todo Cali no se escucha otra cosa que la Salsa. Además de ser bichos raras por su gusto musical lo son también por no profesar la religión católica. Nos contaron que su sueño era conocer Noruega donde se escucha mucho este tipo de música y existen varias bandas famosas, Jose hasta estudia el noruego para cuando pueda viajar. Por la noche fuimos los cuatro hasta el Km 18 a tomar aguas panelas y chocolates con queso, pero el queso va adentro del agua panela y el chocolate caliente. Al principio esta mezcla nos resultó bastante rara pero al probarla la sentimos bastante rica. Km 18 es un lugar donde la gente de Cali va a refrescarse del calor de la ciudad, allí la temperatura baja bastante y el lugar está lleno de neblina por donde se mire. Fue sorprenderte pasar el día con 2 metaleros en la ciudad de la salsa!



Por la mañana nos subimos a las simpáticas busetas, un mini colectivito, para llegar a la terminal que nos llevaría a Salento. Fue de lo más complicado subir con nuestras gigantescas mochilas a tan pequeña buseta pero la gente en Cali te ayuda siempre en todo lo que puede, un día paseando nos perdimos un poco y comenzamos a mirar los nombres de las calles para tratar de ubicarnos y desde una ventana de un segundo piso apareció un señor que nos grito: “A donde quieren llegar!” Le dijimos el lugar a donde íbamos y como no sabía donde quedaba llamó a otra persona de la calle que no sólo nos indicó donde ir si no que no acompañó al lugar.

Salento

¿Como describir este lugar? Si bien ya habíamos visto varios pueblos y ciudades de construcciones históricas, el pueblito de Salento se distingue del resto por tener construcciones de un estilo español pero que no es comúnmente visto y cada casa está pintada de diferentes colores que contrastan magníficamente con el fondo verde y montañoso. El hotel donde nos hospedamos era sencillo pero exquisitamente decorado y por supuesto al estilo de estas hermosas construcciones de Salento. Caminando un poco se puede llegar a pie o en caballo a fincas cafeteras. Nosotros decidimos ir con un guía a pie hasta la finca. Antes de emprender la caminata el guía nos preguntó si queríamos comprar algo en un almacén para llevarle a la gente que vive al borde del camino y tanto nosotros como el guía llevamos algunos alimentos. Por el camino observamos algunos pájaros de colores muy bellos y el cambio de paisaje volviéndose cada vez más “cafetero”, entre las refrescantes montañas verdosas bañadas de cafetales con sus frutos rojos, guadales con sus plumosas hojas y los bananeros. La primer parada la hicimos en la casa de una familia donde los niños nos miraban como si fuéramos raros y pronto nos dimos cuenta porque. La nena mas chica que era una negrita hermosísima y simpática me hizo parar al lado de su mamá para que viera lo alta que era yo a comparación de ella y el nene que tenía ojos hipnotizadores en un negro profundo se sorprendía de lo blanca que era. Me sentí un poco confundida de saber que ellos nos veían tan raros pero entendí que muy pocas veces salen del lugar y pueden ver gente diferente. Mientras charlábamos con la familia nos ofrecieron unos helados hechos de pura fruta y que salían muy baratos. Al parecer la idea del guía es que la gente del lugar pueda aprovechar un poco el turismo, sin abusarse claro está, y permanecer en sus casas mientras conservan sus costumbres. Fuimos parando en algunas otras casas para dejar los alimentos y comencé a sentirme un poco más cómoda con esa situación ya que ninguno de los dos sabíamos como reaccionaría las personas, si tal vez se ofenderían. Cuando llegamos a la finca pudimos conversar con los obreros que recogen el fruto del café y, como siempre, son los que menos ganan y los que más trabajan y por supuesto los que menos educación tienen para poder superarse. Viajando por Sudamérica nos dimos cuenta que muchos gobiernos lisa y llanamente lo que hacen es financiar la pobreza mediante los planes sociales que en lugar de incentivar el trabajo digno lo único que hacen es mantener a la persona en el estado de pobreza cómoda sin tener que trabajar para poder vivir ya que el gobierno se encarga de que esas personas no paguen impuestos ni servicios, reciban dinero y hasta tengan si propia vivienda. De esta manera el pobre sigue siendo pobre mientras el nivel educativo en los niveles primarios y secundarios sigue cayendo. No es que estemos en desacuerdo con ayudar al pobre, en lo que estamos en desacuerdo es en incentivar la ignorancia y la pobreza del pueblo.

El proceso del café es muy interesante y descubrimos que debajo de esos frutos rojos como una cereza se encuentran los dos granos de café pero recubiertos de una especie de melaza que luego se saca por medio de una máquina. Lo lamentable es que los mejores granos se exportan a otros países aunque de a poco Colombia va tratando de mantener estos granos en la industria interna.













Bogotá

Partimos hacia Bogotá en colectivo durante la noche, estábamos tan cansados que dormimos casi todo el viaje y no nos dimos cuenta de las terribles curvas y contra curvas del camino. Cuando llegamos a la terminal nos subimos a un taxi que nos llevaría a la casa de Alfredo, una amigo de Pedro el hermano de Manuel Tapia Mosquera, y he aquí nuestra segunda tapia saltada! El departamento de Alfredo y Alexandra, su esposa, era divino, muy amplio y hermosamente decorado. Teníamos nuestro propio cuarto y la cama era más que cómoda. Tanto Pedro como Alfredo y Alexandra fueron unos excelentes anfitriones! El primer día fuimos los dos solos a recorrer el centro de Bogotá y la plaza principal y los edificios que la rodean. Nos sorprendió por sus imponentes fachadas y diferentes estilos de construcción. También fuimos al Museo de Botero y al de la Esmeralda. Por la noche salimos a cenar los 5 a un famoso restaurante llamado Andrés Carne de Res. El restaurante tiene 4 pisos: la planta baja es el infierno, luego la tierra, el purgatorio y al final el cielo. Todos los que allí trabajan están vestidos originalmente y también hay actores y magos que hacen de la velada un momento inolvidable. 

Pedro se pidió un día en el trabajo y salimos a conocer la famosísima Iglesia de Sal que se construyó, obviamente, en una mina de sal. El recorrido te va llevando por las distintas paradas del Vía Crucis donde se pueden apreciar diferentes cruces iluminadas en varios colores y al final se llega a la iglesia que impresiona por su tamaño. Todo el lugar posee una luz sumamente tenue y esto hace que la imponente y gigantesca cruz del altar se luzca para el deleite de los visitantes. El templo tiene varias columnas de un tamaño abismal y las mismas no se encuentran del todo terminadas para que también se aprecie la mezcla entre piedra y sal de las paredes y techos.

Alfredo, Alexandra y Pedro son personas inteligentes, cultas y con un humor increíble y nos hicieron conocer a Colombia y a nosotros mismos desde otro punto de vista.












Santa Marta

Nos tomamos un vuelo por la mañana desde Bogotá a Barranquilla. Al llegar tuvimos que tomarnos un taxi hasta donde paran las busetas que te llevan a Santa Marta. Cuando llegamos a una de las busetas nos tocó negociar el precio de la misma ya que en Colombia cuando te ven cara de extranjero te quieren cobrar hasta el triple de lo que realmente vale. El conductor de la buseta nos daba mala espina y el viaje fue casi infartante. No sólo el chofer de la buseta manejaba pesimamente si no que todos los vehículos que circulaban por la ruta hacían maniobras sencillamente imprudentes e inconscientes, pasaban de un carril a otro sin preocuparse si de frente se acercaba otro vehículo, todos iban súper pegados al automóvil de adelante sin importar que este frenara de golpe y nos diéramos de lleno. Fui todo el viaje pensando que si no nos moríamos en un choque me iba a morir de un infarto! Finalmente llagamos a Santa Marta y la buseta frenó en una parada antes de llegar a la terminal. Alli el conductor nos dijo que si nos bajábamos en ese lugar el taxi no iba a salir más barato que si bajábamos en la terminal. Como no nos gustaba nada esta persona decidimos no creerle y seguir hasta la terminal. Gracias a nuestra intuición zafamos de pagar más ya que una señora que iba viajando con nosotros nos dijo más tarde que eso que había dicho el chofer era mentira. Al llegar a la terminal nos esperaba nuestra segunda batalla contra el “afano descomunal al turista”. Preguntamos a varios taxistas cuanto nos cobraban por llevarnos a la casa de la persona donde nos hospedaríamos y las opiniones eran variadas: 40.000, 20.000 o 12.000 pesos colombianos cuando nosotros ya no habíamos informado que eran alrededor de 6.000. Después de algunos minutos un taxista nos dijo que nos llevaba por unos 7.000.  

Nos recibió la dueña de casa, Nora, con sus 3 hijos y 2 amigos de la familia. Todos en ese momento estaban muy ocupados y emocionados con el nuevo negocio que emprendería la mamá y una amiga, Heileem, y partieron temprano para acomodar todo. Nosotros descansamos un rato y después de bañarnos los amigos de la familia, Platacho y Luis, nos acompañaron hasta la parada de la buseta que nos llevaría hasta El Rodadero. El viajecito fue largo y los asientos de plástico se te pegaban en la piel por el extremo calor. Cuando llegamos recorrimos el lugar que se trata de una costanera que da al mar llena de restaurantes. A la vuelta tomamos otra buseta pero esta vez íbamos casi colgando agarrados de la baranda en el primer escalón para subir. Sentí un poco de miedo al pasar por algunos barrancos y encontrarme tan expuesta al aire libre.

Al otro día fuimos hasta Taganga, una playa que queda a unos 40 minutos  de la ciudad. El sitio es agradable y el mar se ubica a la orilla de unos cerros llenos de vegetación donde también se ubican algunas casas y hoteles. El único inconveniente es que estaba lleno de gente y con el Tata pretendíamos algo un poco más tranquilo. Nos dispusimos a tomar una lancha que nos llevaría a un lugar más relajado. El paseo empezó tranquilo pero apenas no adentramos un poco más en el mar las olas empezaron a mover la embarcación para todo lados y de repente parecía que caímos al vació saltando de una ola a otra. Definitivamente creo que no estoy hecha para este tipo de emociones! La primer parada fue en un arrecife y pudimos usar nuestros snorkels para ver una cantidad impresionante de increíbles peces de todos los colores. La segunda parada fue en una playa tranquila donde nadamos y almorzamos a la orilla del mar. La vuelta no fue tan terrible ya que no íbamos rompiendo olas.





La mañana siguiente el Tata amaneció con descompostura estomacal y nos tuvimos que quedar en la casa pero Nora nos ofreció ir con ellos hasta una piscina natural cerca de la casa a refrescarnos. Estuvimos una hora en el lugar y nos volvimos para la casa un poco más frescos. 

El último día en Santa Marta lo aprovechamos para ir al Parque Tayrona. Nos levantamos temprano y llegamos como a las 9.00 hs a la entrada donde una buseta nos llevó unos 5 Km y luego caminamos 1 hora por entre medio de exuberantes plantas y árboles hasta llegar a la primer playa, Arrecife, que es de ensueños toda rodeada de piedras, arena clara y agua turquesa aunque en ese lugar no se puede bañar ya que las corrientes son fuertes y mucha gente ha muerto. Unos 15 minutos más de caminata nos llevaron a la playa La Piscina donde si pudimos meternos a nadar después de traspirar como nunca antes. El agua es transparente y en la playa hay palmeras y piedras que la adornan de una manera perfecta. Como a las 15.00 hs emprendimos la vuelta ya que el parque cierra a la 17.00 hs.





Esa misma noche salimos en un bus hasta Barranquilla donde nos alojamos en un hotel bastante feo pero que tenía aire acondicionado hasta el otro día que salíamos en un vuelo hasta Medellín y luego rumbo a Panamá. La sorpresa nos esperaba en el aeropuerto cuando nos presentamos en los mostradores para hacer el check–in y la empleada de la aerolínea nos informó que nuestro vuelo estaba para el día siguiente. Nuestras caras se desfiguraron y chequeamos por internet la fecha que nos figuraba y efectivamente nos equivocamos al momento de comprarlo. En la oficina de venta de tickets de la aerolínea pedimos cambiar el vuelo para ese día y nos dijeron que no había problema pero que teníamos que pagar un recargo. Estábamos dispuestos a pagar el recargo cuando la empleada nos pide que le mostremos el pasaje de salida de Panamá, el cual obviamente no teníamos porque pensábamos comprar algún pasaje terrestre dentro de Panamá. Ella nos informa que sin el pasaje de salida no nos podían dejar volar por exigencias panameñas. Preguntamos si podíamos presentar un pasaje terrestre electrónico que compraríamos en el momento pero tampoco se podía. La única opción era presentar un pasaje aéreo. Ya no se nos ocurría que hacer cuando la amable empleada nos dijo que iba a vendernos un vuelo de regreso a Bogotá desde Panamá y que después de imprimir el comprobante de compra lo daría de baja y así no tendríamos que gastar dinero y nos quedaría el comprobante de salida. Desde ese momento todos los empleados nos facilitaron las cosas para que pudiéramos viajar ya que estábamos muy cerca del horario de salida del vuelo. Subidos en el avión no lo podíamos creer! A mi me tocó en fila 14 y al Tata en fila 17. 

Como no tenía con quien hablar me puse a pensar un poco acerca del viaje y como influye en mi. Pienso que no son los lugares los que te marcan dentro de un viaje, son las personas. Desde tu compañero de viaje hasta las que conoces en el camino de alguna manera te hacen conocerte más ya que en algún sentido uno se ve reflejado en el otro y si está abierto al cambio y la reflexión se pueden trabajar muchos aspectos personales. El viajar me ha brindado mucho mas tiempo para pensar y de algún modo estar mas conectada con lo que me pasa internamente y poder ubicarme en que es lo que realmente necesito. Personalmente creo que es complicado poder entenderse y conocerse sumergidos en la rutina y el ruido diario. En este tiempo he empezado a descubrirme más y mientras más me descubro más lejos me parece que estoy de terminar mi viaje espiritual. Siento que soy una persona que busca constantemente y en todos los aspectos su identidad. Pienso que eso me convierte en una persona ambigua ya que pruebo muchas cosas diferentes. Me gusta la aventura y la sencillez pero a la vez necesito el confort de la vida diaria, amo ser espiritual pero no puedo despegarme de mi vanidad, soy activa pero no quiero hacer nada, busco quien soy y hago diferentes cosas que ni yo me imaginaba haciendo, amo ser mujer pero a la vez tengo actitudes masculinas que logro encajar del todo en mi yo. Nada de esto me desespera porque este viaje de autoconocimiento es largo y hay que ser paciente. Ahora me disfruto tal y como soy, ambigua pero llena de cosas por hacer y descubrir y eso me llena de emoción y energía. Estoy convencida que el autoconocimiento no sólo permite establecer una mejor relación con uno mismo sino con el resto del mundo ya sean personas, animales o plantas.

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