domingo, 19 de agosto de 2012

Belice, brisa de muelle...

San Ignacio

Salimos de Flores en Guatemala como a las 5 de la mañana rumbo a Belice. Después de dos horas de viaje llegamos a la frontera de Guatemala para luego pasar a la beliceña.

Estando en migraciones de Belice nos enteramos que necesitábamos visa para poder entrar al país y para colmo salía carísima! Nuestras amigas israelitas, que viajaban con nosotros pero rumbo a México, no pagaron nada. A nosotros nos tocó esperar mas de una hora para que nos dieran la visa mientras el hermano de Neil nos esperaba afuera para llevarnos al tour de las cuevas ATM (Actun Tunichil Muknal).

Terminamos a tiempo el visado y pudimos ir directo hacia el tour. En la plaza de la ciudad de San Ignacio nos esperaba una camioneta con los guías y una compañera de excursión canadiense llamada Samantha. Apenas subimos al auto nos empezó a hablar de todo lo que teníamos que hacer en Belice y miles de recomendaciones que nos vinieron muy bien. También nos contó que era médica y que andaba por distintos lugares del mundo ejerciendo su profesión.

Aunque estábamos un poco cansados nos emocionaba conocer estas cuevas de las que tan bien nos habían hablado muchos viajeros. Empezamos por un camino por entre la selva. Éramos dos grupos chicos, el nuestro de 5 personas y el otro de 4. Nuestro guía iba adelante abriendo camino y el otro iba atrás de todo. Éste último nos preguntó de donde éramos y al enterarse de nuestra nacionalidad se puso muy contento, parece que le gustaba más tratar con latinos que con otras nacionalidades. Ahí nomás se puso a enseñarnos un poco acerca de las distintas plantas y árboles del lugar y sus diferentes usos medicinales.  Por suerte este guía hablaba bastante bien el español porque si bien Belice se ha independizado en cierto sentido de Inglaterra sigue rindiendo cuentas a este país, de hecho todos sus billetes llevan impreso la cara de la reina de Inglaterra, y esto genera que la mayoría de las personas hablen en ingles y que no todas sepan el español.

Llegamos a la entrada de la cueva y nos asombró el color celeste del río que emergía desde adentro. Nos pusimos nuestros cascos y nos sumergimos en el agua hasta el interior de la cueva. Una vez dentro comenzamos a recorrerla  nos asombramos al ver las diferentes formas de estalactitas y estalagmitas, unas mas grandes otras mas gordas o altas o con formas increíbles y algunas brillaban. Caminando por el agua el guía nos hizo apagar nuestras linternas y caminamos en el silencio y la oscuridad absoluta de la cueva. Luego nos hizo detener y comenzamos a escuchar una música hermosa. En ese momento pensé en donde había tenido guardada la guitarra que no la ví! Al prender nuestras linternas nos dimos cuenta de que el sonido provenía de las estalactitas que él estaba tocando. Nos adentramos más en la cueva y pudimos observar restos arqueológicos como instrumentos ceremoniales, vasijas y esqueletos mayas como sacrificios a los dioses. Lamentablemente no pudimos sacar fotos del momento porque hace ya dos meses que prohibieron sacar fotos después de que a un turista se le cayó su cámara arriba del cráneo de un esqueleto.






Emprendimos la vuelta por la cueva y el guía del otro grupo nos hizo señas al Tata, Samantha y a mí para que hiciéramos con él un camino un poco más arriesgado pero mas divertido. Nos metimos por lugares mas estrechos e incómodos y finalmente llegamos a la salida un poco antes que el resto del grupo.

Cuando estábamos regresando en la camioneta hacia San Ignacio le pedimos a nuestro guía que nos recomendara un hostel, así que nos llevó hasta la puerta de uno donde nos despedimos de Samantha y nuestros guías.

El dueño del hostel era un señor algo mayor que enseguida nos ofreció acompañarnos en su camioneta a buscar algo para cenar. Mientras comíamos charlamos bastante con él y un canadiense que estaba viviendo hacía ya unos 9 meses en el hostel y que había hecho una película en Belice acerca de leyenda de un duende muy famosa en el lugar.

Al día siguiente estábamos tan cansados de ir y venir para todos lados que nos quedamos todo el día en el hostel conversando con John, el dueño del hostel, de diferentes temas. El Tata le mostró fotos de Argentina y le contó varias cosas sobre nuestro país ya que parece que por esa zona no somos muy famosos.

Caye Caulker

Nos dio un poco de pena a la mañana siguiente despedirnos de John y su esposa pero las playas de la isla Caye Caulker nos esperaban. Después de un bus y un ferry tocamos tierra en la isla. Es bastante pequeña la isla y la mayoría de sus habitantes son de cultura rastafari. Todo es muy tranquilo y no hay grades hoteles ni tiendas para recorrer. No hay casi playa en las islas de Belice y uno prácticamente va caminando y se tira al mar que ya está profundo en la orilla. El color del agua es turquesa, verde y azul pero lamentablemente no se ven muchos peces porque en la zona hay muchas corrientes marinas. Descansamos bastante en la isla y nos la pasábamos comiendo en rotiserías y supermercados chinos que eran lo más barato de la isla. Todas las noches llevábamos nuestra cena a un muelle y la disfrutábamos junto a la brisa del mar, el golpeteo del agua en la costa. Una de esas noches nos encontramos en una de las rotiserías chinas con un alemán de unos de 20 años llamado Leo y lo invitamos a comer a nuestro súper lugar de lujo. Él era muy gracioso porque hablaba con las palabras y tonada mexicana ya que hacía casi un año que trabaja en México para una ONG.




Como en la isla no podíamos ver muchos peces haciendo snorkelling decidimos hacer una excursión en lancha para ir a otros lugares a ver más peces. Éramos 8 en la lancha, una familia estadounidense con dos hijos adolecentes, una pareja de la misma nacionalidad y nosotros dos. Enseguida todos en el barco se mostraron bastantes entusiasmados con nuestro viaje por el mundo y nos hicieron varias preguntas sobre eso.

En la primer parada bajamos del bote a hacer snorkelling y pudimos ver tortugas y diferentes peces de colores muy grandes y vistosos pero lo mejor nos esperaba en la segunda parada. Llegamos al segundo lugar y cuando el bote frenó un poco el motor unos 20 tiburones se acercaron curiosos. Mientras el guía les daba de comer pescado, nosotros bajamos por el otro lado al agua para nadar con ellos. La sensación de nadar tan cerca de estos bellos animales es indescriptible! El guía tomó entre sus brazos a un tiburón hembra y todos pudimos tocarla. En eso momento tuve ganas de llorar de la emoción y lamenté tener puesta la máscara. Su piel es increíble, una mezcla de fina, suave y áspera a la vez. Sin duda alguna fue una de las cosas que más he disfrutado en este viaje.




Era el momento de partir a México y nos tomamos el ferry que regresaba a la capital de Belice. Durante la media hora que duró el viaje no paramos de reírnos de una señora que parecía estar borracha y se dormía una y otra vez sobre mi hombro por más que trataba de moverlo para que se despertara. 

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sábado, 11 de agosto de 2012

Guatemala, tiempo al tiempo…

Antigua

El bus hasta Guatemala fue bastante cómodo y hasta nos sirvieron comida. Una vez que llegamos al país bajamos del colectivo y tomamos un taxi directo hacia la ciudad de Antigua. Eran como las 12 de la noche cuando entramos a nuestra habitación en el hostel y nos quedamos profundamente dormidos después de otro agotador día de viaje.

Por la mañana siguiente tomamos temprano el abundante y riquísimo desayuno que incluía el hostel  y salimos a recorrer la ciudad. Como casi todas las ciudades importantes de Latinoamérica es colonial, con todas sus calles de piedra. Todo parece muy ordenado y limpio y todos los edificios del lugar están pintados de diferentes colores.






Después de dar una larga caminata por la zona nos tocaba decidir que íbamos a hacer en Guatemala el resto de los días. Creo que ha llegado un punto del viaje en que estamos un poco cansados de investigar que hacer en cada país, buscar en internet, recorrer buscando buenos precios en distintas agencias para hacer un tour, tomar miles de colectivos para recorrer unos cuantos Km. El problema con esto es que cuando uno se cansa empieza a gastar mas plata porque simplemente no puede planear bien que hacer y aunque parezca increíble uno se cansa de hacer este tipo de cosas. Finalmente acordamos salir al otro día con un tour hacia Semuc Champey a recorrer una cueva y ver piletones naturales. 

Ya relajados por haber tomado la decisión tomada fuimos a ver el atardecer en un bar que tiene una terraza que da a los volcanes del lugar. La caída del sol fue increíble, nos dio un poco de energía y aire fresco para despejarnos del cansancio. Fuimos a buscar un lugar para cenar, entramos en un restaurante de panqueques y cuando uno de los dueños se dio cuenta que éramos de argentina empezó a llamarnos “boludos” diciéndonos que tenía Fernet para que tomemos. Al principio no le creímos pero resultó cierto. Mientras disfrutamos del trago cerrando los ojos para saborear los recuerdos que nos traía brindamos por la hermosa noticia que el Tata había recibido unas horas antes.: su gran amigo Martín iba a ser papá! El Tata estuvo todo el día emocionado por la buena nueva.




Semuc Champey

Como a las 14.30 hs pasaron a buscarnos en un bus para ir a Semuc Champey. El colectivo era muy chiquito, con asientos incómodos y todos íbamos apretados. Llegamos como a las 22.00 hs al lodge donde nos quedaríamos y sin cenar nada nos fuimos a dormir.

Éramos unas 20 personas las que íbamos a la excursión y a las 9.00 hs nos subieron a una camioneta donde casi todos iban parados en la parte de atrás en la caja. Por suerte yo me pude subir en los asientos traseros con dos chicas israelitas.

La cueva en donde empezamos el tour era bastante grande y con velas tuvimos que nadar por el agua color chocolate. Nadar con una sola mano era bastante complicado ya que en la otra teníamos una vela y varias veces se nos apagó.  Después de subir, bajar, nadar y trepar y de varias raspaduras en las piernas y manos llegamos a la salida. Almorzamos algo en el lugar y emprendimos la caminata hacia un mirador. Subimos mucho y al final nos topamos con la vista más soñada del mundo. Mirando hacia abajo vimos unos hermosos piletones naturales de color turquesa profundo. Pero lo mejor vendría pronto. Unos minutos después de comenzar el descenso unos monos aulladores nos gritaban desde los árboles y terminada la bajada nos pudimos zambullir en las exquisitas aguas frescas que habíamos visto desde arriba. La experiencia fue casi irreal. Estábamos en el paraíso terrenal. En este tour no sólo pudimos conversar mucho con las israelitas si no que también con un simpático italiano que aprendió muy bien el español en su viaje y con una española charlatana y graciosa que hicieron aún mejor la experiencia.





Flores y Tikal

Era la mañana del otro día y salimos hacia Flores en otro bus aún más incómodo y apretado.  Al llegar nos esperaba Neil, el dueño del hostel donde nos hospedaríamos, y junto con su esposa y su pequeño hijo, más las israelitas, Shir y Keren,  nos subimos a un bote para llegar a una islita. El hostel era hermoso. La vista desde las mesas donde servían la comida era hacia el lago y las cabañas estaban muy limpias y cuidadas. También teníamos una piscina para nadar y un perro chiguagua llamado Coco que no solté de mis brazos.


A las 4.30 hs del otro día nos montamos a otro bus que resultó todavía más incómodo que el resto para hacer una hora y media hasta las ruinas mayas de Tikal. Por suerte erámos pocos en el grupo de habla hispana y el guía que nos tocó fue más que amable con nosotros. En el lugar no sólo se pueden observar los distintos tipos de edificios en forma piramidal si no también distintos animales como monos, tucanes y coatíes. Es hermoso ver la mezcla entre algunas partes de las ruinas restauradas y otras cubiertas por la abundante vegetación.  Al final del tour subimos unas largas escaleras hasta llegar a la cima de un templo donde se ve una panorámica de todo el parque con sus altos árboles donde de vez en cuando sobresalen otros templos. Ver tanta belleza junta es realmente imponente.






Nos despedimos de unos españoles que fueron en el mismo grupo que nosotros y quedamos en encontrarnos más tarde con Simone, el italiano, y Nuria, la española.

Muertos de calor y cansancio nos dimos un chapuzón en la piscina y después nos juntamos con Neil quien nos iba a recomendar lugares para visitar en Belice, nuestro próximo destino. Como él es beliceño conoce muchos lugares buenos para visitar y además su hermano tiene una agencia autorizada para hacer uno de los mas atractivos tours del mundo, las cuevas ATM.

Como a las 17.00 hs tomamos un bote para encontrarnos en la ciudad con Nuria y Simone. Quedamos en encontrarnos en el hotel donde paraban y cuando estábamos llegando a destino sentimos una voz que nos decía: “Boludos!!!...” Era Nuria a quien le había encantado nuestra tonada y forma de hablar argentina. Tomamos unas cervezas y compartimos una cena para luego despedirnos de los dos. Durante el viaje hemos conocido mucha gente. Con algunos hemos compartido mucho tiempo y con otros menos pero hay ciertas personas con las que cuesta despedirse y estas dos eran una de ellas.

Hoy una amiga que más que amiga es como una hermana, Silvina, me preguntó mientras charlábamos por internet si el tiempo se nos pasaba rápido y eso me dejó pensando. Es que el tiempo se nos pasa rápido y también lento. Es que no sabría como explicarlo. Hemos hecho y conocido tanto, paisajes, personas, lugares y anécdotas que el tiempo pareciera pasar rápido pero resulta tan increíble haber hecho tanto en tan solo 3 meses que también pareciera que pasara lento. Estamos aprendiendo de a poco a disfrutar del momento sin pensar en lo que pasó y lo que viene aunque resulta difícil al tratar de integrarlo dentro de la planificación del viaje y que debemos pensar siempre de ante mano que vamos a hacer en nuestro próximo destino para no gastar dinero de más. Supongo que dejándonos llevar vamos a poder integrar las dos cosas sin problema. 

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lunes, 6 de agosto de 2012

Honduras, nos quedemos un día más!

Después de un largo viaje en colectivo llegamos a la ciudad de San Pedro Sula como a las 19.00 hs. Como siempre apenas bajamos del colectivo los taxistas nos estresaron con su: “Taxi, taxi, taxi… A donde van?... Yo los puedo llevar!... Les hago un buen precio!...” Como nos habían dicho que en las ciudades de Honduras estaba bastante peligroso para los turistas, junto con una pareja inglesa, decidimos tomarnos un taxi hasta el hotel y que obviamente nos cobró caro. Al llegar a la puerta del hotel el conductor nos dijo que si queríamos nos podía llevar al otro día hasta la terminal y nos dejó su número de teléfono para que lo llamemos.

La habitación del hotel estaba bastante bien y lo mejor era que en la terraza había una pileta donde nadamos un rato antes de ir a cenar con la pareja que habíamos conocido en el bus.

Le preguntamos al encargado del hotel si era seguro tomarse un colectivo hasta la terminal ya que al día siguiente salía un bus a las 5.00 hs hacia La Ceiba donde tomaríamos un ferry para llegar hasta la isla de Roatán. Él nos contestó que no había problema en tomarnos el colectivo y que además nos saldría mucho mas barato que ir en taxi. Igualmente se mostró demasiado preocupado por que el taxista que nos llevó hasta el hotel no se diera cuenta que él nos había aconsejado ir en bus. Nos pidió por favor que tratáramos de salir cerca de las 3.45 hs porque seguramente el conductor estaría esperándonos en la puerta del lugar cerca de las 4.00 hs  para llevarnos aunque nosotros no lo hubiéramos llamado.

Cerca de las 3.55 hs estábamos en la parada de colectivos esperando para irnos. Ya se estaban haciendo casi las 4.30 hs y el bus no aparecía. Entonces volvimos caminando a la puerta del hotel para llamar a un taxi. Al llegar a la puerta nos subimos a un taxi que estaba estacionado en el lugar y nos cobró menos de la mitad de lo que nos habían cobrado la noche anterior para llevarnos hasta la terminal de buses.

Llegamos en horario para tomarnos el ferry en La Ceiba y nos despedimos de los ingleses que se iban hacia otra isla llamada Utila.

El ferry era súper grande y cómodo, con aire acondicionado y TV, asi que creo que valió la pena haber pagado tanto por él.

Al bajar en Roatán fuimos a tomarnos un colectivo hasta el hostel porque los taxis nos cobraban carísimo! Preguntamos a unas personas de la terminal de ferry donde se tomaban los buses que iban hasta West End, donde se encontraba el hostel, y nos dijeron que no habían buses que llegaran hasta ahí. Como nos pareció mentira lo que nos dijeron seguimos caminando hasta la salida del lugar y le preguntamos a un señor que parecía estar esperando al colectivo. Él nos dijo que allí se tomaba el bus que nos llevaría a un punto donde tendríamos que tomar otro. Esperamos una media hora y el bus no aparecía. César, el señor de la parada de colectivos, llamó a un amigo para que lo fuera a buscar y nos ofreció llevarnos hasta la otra parada de buses.

Nos subimos al auto del amigo de César y conversamos un poco camino al lugar donde nos dirigíamos. Resulta que César era entrenador de fútbol en una canchita para niños del lugar. Él iba todos los martes de cada semana hasta el sábado cuando se volvía a La Ceiba. Al llegar a la parada de buses nos dio su celular por si necesitábamos algo. Nos despedimos agradecidos y nos quedamos esperando el siguiente colectivo.

Bajamos a una cuadra de la playa y a medida que nos acercábamos al mar no podíamos creer el color del agua! Estábamos muertos de calor y no veíamos la hora de poder sumergirnos en esas aguas cristalinas! El hostel donde nos hospedaríamos estaba a la orilla del mar y allí también estaban alojados una pareja de australianos que habíamos conocido cuando estuvimos en Bocas del Toro. El problema fue que en el hostel no había más habitaciones asi que tuvimos que irnos a otro hostel a una cuadra de ahí. Por suerte donde finalmente nos hospedamos era un lugar que tenía varios servicios que generalmente no se encuentran en los hostels como toallas limpias todos los días, la cama tendida, el baño aseado todos los días, ducha con agua caliente, aire acondicionado, desayuno incluido y agua fría para beber a disposición.


Ese día almorzamos en un restaurante de un simpático italiano llamado Andrea quien nos recomendó lugares y cosas para hacer. Al terminar el almuerzo nos subimos en un water taxi que nos llevó a West Bay que quedaba a 10 minutos. No se si pueda explicar con palabras la hermosura del lugar. El mar parecía una pileta por su tranquilidad y claridad, aunque creo que era muchísimo más clara que cualquier pileta. Era una maravilla bañarse en el lugar y sentarse sobre la arena absolutamente blanca y suave, casi como harina. Pasamos varias horas haciendo snorkelling cerca del arrecife donde se podía ver toda clase de peces de colores brillantes, turquesas y amarillos, verdes y azules, naranjas y rosados, negros y fuxias. También vimos calamares y cuando el arrecife se acababa se podía observar un precipicio turquesa con arena blanca de fondo.




Esa tarde nos encontramos con Annie y Ryan, la pareja australiana, y quedamos en encontrarnos para cenar. La verdad es que pasamos bastante tiempo con ellos durante las noches ya que por el día ellos no podían porque estaban haciendo un curso de buceo. Aproveché para escuchar y hablar, aunque sea poquito, el inglés y acostumbrarme a la tonada australiana.

Las noches a la orilla del mar eran exquisitas! Mucha tranquilidad observando las estrellas abrazados por una brisa cálida del lugar.

Un día alquilamos una motito y salimos a recorrer la isla. Primero fuimos a una granja donde habían más de 4000 iguanas de diferentes tamaños y colores, a las que podías acariciar y alimentar casi como a un perro. También estuvimos con una mona llamada Coco que me agarraba fuerte mis manos desde una jaula como pidiendo que no me fuera. Eso fue lo único que no me gustó del lugar. Es que odio ver a animales encerrados. En la bahía del lugar había varios peces que ya habíamos visto haciendo snorkelling. Desde ahí llegamos hasta Punta Gorda donde vive una comunidad rasta y almorzamos en el muelle de un restaurante casi en el medio del celeste mar. Seguimos recorriendo el increíble camino, rodeado de vegetación y vistas deliciosas al océano hasta llegar a Camp Bay. Esta playa estaba casi desolada. Sólo había un hotel con unas cuantas personas por donde se bajaba hacia la playa. Decidimos caminar un poco y llegamos a una playa donde no había nadie, solamente nosotros dos. En ese momento pensamos que era la oportunidad de saber que se siente nadar desnudos en las cálidas aguas de este mar caribeño… y si, se siente increíble!







Esa noche estábamos agotados de tantas horas de andar en esa motito, asi que fuimos a dormir temprano.

A la mañana partimos otra vez para la playa de West Bay ya que era nuestro último día en la isla y que mejor que disfrutarlo en ese increíble mar viendo toda clase de peces a nuestro alrededor. Realmente no nos queríamos ir del lugar pero debíamos seguir viaje hacia Guatemala ya que no nos quedaban demasiados día para recorrer antes de que nuestro vuelo a Europa saliera el 14 de septiembre. Esa noche cenamos en el restaurante de Andrea para despedirnos de él.

Al otro día temprano nos tomamos un taxi que nos llevaría al ferry y que además nos cobró una fortuna. Pero no teníamos opción porque los buses a esa hora no circulan. Discutía bastante con el taxista por el precio que nos cobraba porque me parecía un disparate. Al llegar arriba del ferri nos encontramos con nuestro amigo César que nos acompañó en taxi, después de bajar del ferry, hasta la terminal de buses para ir hacia Guatemala. 

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Nicaragua, todo lo malo tiene su bueno…

San Juan del Sur


Llegamos a Nicaragua y entrando en la frontera un personaje se nos pega y nos pide que colaboremos con un poco de dinero para brindarnos las tarjetas de entrada al país que son, supuestamente, gratis. Le contesto que ya nos robaron en Costa Rica y que no le iba a pagar agarrando la tarjeta de su mano. Él me mira y me muestra una identificación que colgaba de su cuello y yo le digo: “Ah! Es que acá son ladrones autorizados!” Lo que quería este chico es que nos tomáramos un taxi con él y no se despegaba de nuestro lado mientras hacíamos las filas para entrar. El Tata le da unas monedas para que se vaya y nos deje tranquilos. Pagamos los U$S 13 para entrar al país, lo cual nos pareció casi una locura, y partimos a tomarnos un bus hacia San Juan del Sur. Conseguimos rápido un colectivo que nos dejó en un cruce para tomarnos otro. En ese cruce charlamos un rato con una familia que nos preguntó un poco acerca de nuestro viaje y el papá nos dijo que había tenido un día malo asi que compartimos experiencias contándole lo del robo en Costa Rica. El bus llegó y nos despedimos deseándonos que nuestra suerte cambie. Desconozco si para el papá de familia su suerte cambió pero la nuestra si! 

Dejamos nuestras mochilas en un hostel barato y sinceramente espantoso porque ya estábamos muy cansados por el día agitado como para seguir buscando y además nos dio un poco de pena decirle que no al humilde dueño del lugar. Igualmente acordamos con el Tata que sólo sería una noche y que buscaríamos otro hostel  para el día siguiente. Salimos a almorzar como a las 16.00 hs y después pasamos por un cyber a chequear nuestros mails y nos encontramos con una grata sorpresa al ver un mail de la compañía que nos brinda el servicio de atención médica en el viaje informándonos que un nicaragüense había encontrado mi mochila tirada y dejaba todos sus datos para que nos contactáramos con él. Enseguida hablé por teléfono con él y me comentó que había encontrado la mochila en la zona donde vive, cerca de Playa del Coco, y gracias a una credencial que portaba la mochila se pudo comunicar con la compañía de asistencia médica. No tenía palabras para agradecerle lo que había hecho y quedamos en comunicarnos nuevamente para decirle como haríamos con el envío de la mochila.

Al siguiente día nos mudamos a un hostel frente al mar de construcción muy al estilo caribeña, con estructura de madera y habitaciones que rodeaban a un patio con plantas. Los techos eran a dos aguas y blancos al igual que las puertas y marcos mientras que las paredes eran verdes claras. En el frente y mirando al mar habían un par de sillas mecedoras ideales para contemplar los atardeceres. Aproveche para ir hasta el correo a preguntar por el envío de mi mochila y me comentaron que el mismo tardaba unos 12 días ya que desde Costa Rica va a EEUU y de ahí a Nicaragua y si quería algo más rápido me salía alrededor de U$S 100. Era mucho más barato volver a Costa Rica a buscarla que pedir el envío. Le llamé a Oscar, el salvador de mochilas, y le comenté que estaría en Liberia al mediodía del día siguiente y él me dijo que nos podíamos encontrar en la plaza de la ciudad. Como a las 11 de la mañana nos fuimos hasta una playa cerca del lugar con un instructor de surf porque el Tata tomaría una clase. Primero le enseñaron con la tabla sobre la arena como debía hacer para pararse y la postura correcta y después pasaron al mar. Tengo que decir que se veía hermoso tratando de surfear y a pesar de algunas caídas lo hizo muy bien. Pasamos el día en el lugar y llegamos a la tarde al hostel a bañarnos y descansar un  poco antes de salir a cenar.



Era el día en que me rencontraría con mi mochilita azul asi que nos levantamos temprano y el Tata me acompañó hasta la parada del bus algo preocupado porque viajaria sola. Le dije que todo iba a estar bien y me subí al colectivo para llegar hasta la frontera. La mañana estaba fresca y corría una brisa hermosa. Cuando llegué a la frontera bajé del colectivo y se acercó otra vez uno de estos personajes que te quieren sacar plata ofreciendo la tarjeta de salida del país. Esta vez no me sacaría ni un centavo. Le arranqué la tarjeta de la mano y le dije que no le iba a pagar nada. Escuché que desde atrás me llamaba pera que le pagara pero no volteé ni un segundo y fui directo a sellar el pasaporte. Seguí caminando y cuando estaba por cruzar para Costa Rica un agente de migraciones y dos policías me detienen informándome que no se podía pasar a Costa Rica porque la presidenta había decidido cerrar la frontera por un acto inaugural de migraciones. Esto me pareció ridículo ya que estaría cerrada por varias horas y que iba a hacer yo ahí!? Alegué que tenía un vuelo que tomar y que lo perdería pero no funcionó. Terminé peleándome con todos en la frontera, aunque parecía que era la única loca que creía que esta situación no estaba bien. El resto de las personas sólo mitraban con cara de resignación. Este creo que es otro claro ejemplo de que a la mayoría de los presidentes no les interesa lo que realmente les tiene que interesar… la gente! Busqué un teléfono para llamarle a Oscar, y aunque no fue fácil, lo encontré. Le dije que tendríamos que encontrarnos más tarde de lo previsto por este inconveniente y quedamos en que el horario sería como a las 15.00 hs. Lo que me preocupaba era poder avisarle al Tata que estaba atrasada pero encontrar internet en ese lugar era prácticamente imposible. No había ningún cyber y decidí entrar a un banco para que me prestaran internet pero tampoco tenían acceso. La empleada del banco me dijo que podía ir hasta migraciones y pedir prestado ahí. Una mujer de limpieza me acompañó hasta el lugar donde finalmente me prestaron internet. Esperé unas 3 horas y la frontera se abrió. Era un mundo de gente el lugar donde sellan los pasaportes pero fue relativamente rápido. El problema llegó cuando tuve que subir al bus que me llevaría hasta Liberia. La gente ya casi no entraba dentro del colectivo y me dispuse a viajar parada bañada en transpiración. En la ruta la gente seguía esperando el colectivo que no había pasado por tanta demora y como el próximo no salía si no hasta dentro de 2 horas más, el conductor se apiadó de estas personas y los subía aplastándonos cada vez más y más. Después de un rato conseguí un asiento y me quedé dormida.

Llegué a Liberia, almorcé un sándwich y me quedé esperando en la plaza a Oscar. Ya eran las 15.15 y Oscar no aparecía. Entonces empecé a pensar que tal vez me había equivocado de plaza asi que llame a su celular y me atendió su mamá diciéndome que Oscar se había olvidado su teléfono. Apenas corto la comunicación veo a un chico morocho con mi mochila azul en la mano. Lo abracé fuerte y le agradecí por su actitud. Mi idea era invitarlo a almorzar pero como todo se demoró no pude hacerlo ya que si no me apuraba no conseguiría ni bus ni taxi para ir desde la frontera de Nicaragua hasta San Juan del Sur.

Crucé nuevamente la frontera y después de sellar el pasaporte me subía al taxi de un señor que se mantuvo a mi lado desde que entré. A esa hora ya no había buses y además al oscurecer se pone bastante peligroso el lugar. El taxista era muy simpático y hablamos varios temas durante el viaje. Yo le pregunté acerca de la revolución de Nicaragua y lo primero que se le vino a la cabeza fue cuando tuvo que entrar en el ejército para combatir en la guerra contra EEUU que pretendía adueñarse del país. Esto sucedió unos 7 años después de la revolución y el taxista tenía tan sólo 15 años y estuvo combatiendo hasta los 25. El me contó como muchas veces lloró, como mataban a “los gringos”, como los entrenaban y como sufrió. Me intrigaba saber como había hecho para insertarse en la sociedad después de 10 años en la guerra y de haber matado personas. Nunca contestó mi pregunta, sólo seguía hablando de otros temas como queriendo escapar a ese cuestionamiento.

Al fin llegué al hostel donde me esperaba el Tata y lo abracé con ganas. Salí casi corriendo a la ducha y caí rendida en la cama.

Al siguiente día nos levantamos y mientras desayunábamos nos encontramos con Gonzalo, un español que también se alojaba en el hostel, quien nos comentó que estaba por salir a Ometepe justo donde nosotros íbamos esa mañana. Decidimos irnos juntos y encontrarnos en la parada de colectivo. Al subirnos al bus conocimos a Julieta, argentina,  que también había quedado en encontrarse con Gonzalo ese día.

Ometepe

Después de 2 buses nos tomamos un ferry que nos llevó hasta Ometepe. Una vez ahí nos dirigimos en otro colectivo hasta Charco Verde donde nos hospedaríamos. Caminamos unos cuantos minutos hasta llegar al hostel que quedaba a la orilla del Lago Nicaragua donde se ubica la isla de Ometepe. Esa tarde compramos algo para comer y preparamos unos ricos mates gracias a que Juli tenía casi todos los implementos necesarios y nos sentamos a la orilla del lago a ver caer el atardecer. Disfrutamos mucho de una larga charla y la noche llegó junto con el hambre. Nos dirigimos al restaurante del hostel pero habían cerrado hacía ya unas horas y no había nada alrededor para ir a cenar, asi que decidimos irnos a dormir. El Tata, aunque mucho hambre no tenía, no podía entender en su mente como podía ser que no cenáramos.

A la mañana nos encontramos temprano para tomar un colectivo hacia uno de los dos volcanes que se encuentran en la isla. Por unos minutos llegamos tarde y tuvimos que tomar un taxi hasta el lugar. Empezamos la subida sin guía y todo iba bastante bien hasta que el camino empezó a hacerse más barroso y resbaladizo. Ya habíamos subido bastante pero faltaba un trecho largo todavía. Lo que nos preocupaba no era seguir subiendo si no como íbamos a hacer para bajar por el sendero repleto de lodo. Nos pareció que la mejor idea era comenzar el descenso porque mientras más subiéramos más iba a ser lo que tendríamos que luchar para bajar. Creo que la vuelta fue mas larga que la ida tratando de evitar un golpe resbalando en el barro. Estábamos llenos de barro por todos lados y apenas llegamos al hostel nos bañamos enseguida. Esa noche cenamos temprano para evitar perdernos una vez más de la comida.





Era el tercer día en Ometepe y nuestra partida también. Salimos temprano, y  después de 1 colectivo, un ferri y un taxi nos despedimos de Juli  que seguiría en bus hasta Granada y junto con Gonzalo nos tomamos otro taxi a esa misma ciudad. Arreglamos un precio sensato con el taxista para ir los 3 hasta Granada y apenas arrancamos el viaje el sujeto se para para tratar de convencer a otra persona que fuera con nosotros tratando de ganarse unos dólares más. Nos pareció una falta de respeto esta actitud y Gonzalo salió del auto y gritando le exigió que volviera y nos llevara tal y como habíamos acordado. Cuando el taxista estuvo adentro del auto Gonzalo le dijo que estaba muy enojado y que no era eso lo que habíamos hablado. El conductor no dijo nada y siguió manejando hasta Granada. Ya en la ciudad nos despedimos también de Gonzalo porque nosotros seguiríamos ruta hacia la ciudad de León.

León

Para llegar hasta la terminal de donde salían los buses tuvimos que atravesar un mercado gigante e inmundo lleno de puestos callejeros que olían desde verdura podrida a carne descompuesta. Contuve un par de veces la respiración para no vomitar y al fin llegamos al colectivo que estaba a punto de partir. El bus era muy chico y el viaje largo. Paramos en todos lados subiendo a más y más gente. Estábamos sumamente apretados pero llegamos con éxito a Managua, capital de Nicaragua, para tomarnos el últimos bus del día hacia León. Bajaron nuestras mochilas del techo de la buseta y estaban totalmente empapadas. Es que ese día llovió bastante y la persona que colocó las mochilas en el techo fue tan “astuto” que en lugar de colocarlas con el forro para el agua hacia arriba las puso boca abajo dejando que se mojaran enteras. Ya estábamos cansados de ir y venir y de subir y bajar de distintos transportes pero juntamos fuerzas y esperamos el últimos bus. Por suerte el colectivo fue rápido hasta león y al llegar conseguimos un hostel rápido. La idea era quedarnos en el lugar por un día y luego seguir hasta Honduras asi que al día siguiente antes de ir a la playa pasamos por una agencia de turismo a comparar unos pasajes hasta el país vecino. El servicio incluía no solo el traslado hasta Honduras, sino un taxi que nos buscaba en el hostel y nos dejaba en la terminal y además un desayuno y agua. Ese día fuimos a la playa a relajarnos un poco después de tanto viaje. El lugar era tranquilo y sobre la costa no había muchos turistas asi que teníamos la playa casi para nosotros solos.



A las 5.15 hs estábamos en la puerta del hostel esperando al taxista ya que en la agencia nos dijeron que el taxi llegaría entre las 5.20 hs y las 5.50 hs. Eran casi las 5.40 y el conductor no aparecía, asi que lo llamamos a su celular que estaba anotado en los tickets pero estaba apagado. A las 5.50 decidimos salir a tomar un taxi puesto que el colectivo salía a las 6.00 y si seguíamos esperando no llegaríamos. Apenas llegamos a la esquina paramos un taxi y subimos las mochilas en el baúl. Estábamos por entrar al auto cuando veo a dos personas sentadas en la parte de atrás totalmente borrachas, me enoje un poco con el taxista que nos hacía subir con esta gente pero ya era tarde como para esperar otro taxi. Unas cuadras después los dos borrachos se bajan y nosotros seguimos viaje a la parada de bus. Llegamos al lugar y justo cuando bajábamos las mochilas del baúl el Tata le dice al taxista que ese no era el lugar que le habíamos indicado ya que decía el nombre de otra empresa de buses. Entonces le preguntamos si sabía donde quedaba y obviamente respondió que no. En ese momento sentí que la rabia me subía y me quemaba la garganta. Como cada vez que me enfurezco siento un calor en mi garganta y un gusto horrible en la boca. Le dije que nos llevara  a la agencia donde habíamos comprado el ticket mientras maldecía a todo el mundo. Llegué al lugar y comencé a golpear la puerta como si la fuera a derribar. Sabía que era domingo y muy temprano asi que la agencia estaba cerrada pero había visto el día anterior que la misma se conectaba a una casa que suponía era de los dueños. Mientras yo golpeaba la puerta el Tata negociaba con el taxista que le quería cobrar de más. Esta vez el Tata me dejó expresar mi ira porque creo que era la única opción para que nos atendieran. El es mucho más político que yo y reconozco que muchas veces es mejor solucionar las cosas de esa manera que de la mia. Pero ese día me tocaba a mi! Me atendió una viejita y le dije que tuvimos un problema con la agencia y que si no lo solucionaban llamaba a la policía. La viejita dijo que ella no era de la agencia y yo le contesté que la había visto sentada en el local el día anterior. En ese momento sale una mujer más joven y también llega a escena el taxista que supuestamente nos tenía que buscar por el hostel con el desayuno en la mano. El conductor decía que el había llegado en horario mientras el dueño de la agencia se hacía presente con su ropa de cama. Yo no paraba de gritar hasta que todos nos sentamos y el dueño nos dijo que el colectivo que debíamos tomar ya había pasado y que única opción era que saliéramos al otro día. Le dijimos que nos parecía bien pero que el costo del pasaje corría por cuenta de ellos como asi también la noche de hotel. El dueño nos dijo que nos llevarían devuelta al hostel y que a las 10.00 hs iría al lugar con una respuesta mas firme desde la agencia central en Managua.
Eran las 10.15 hs y el tipo no aparecía, otra vez la furia brotaba hasta que lo vimos entrar en el hall del lugar. Nos trató muy amablemente y nos explicó que el costo del pasaje lo debía asumir él y que era demasiado para él asumir el costo del hostel. Realmente lo vimos sincero y nos dio pena pedirlo la parte del hostel más sabiendo que no había sido culpa de él si no del taxista. Aceptamos el arreglo y quedamos en encontrarnos al día siguiente a las 5.30 hs.

Ese día paseamos un poco por la ciudad y de casualidad pasamos por el museo de la revolucion (Frente Sandinista) de Nicaragua y nos invitaron a pasar. Lo que ví y escuché en ese lugar fue sin duda una de las cosas más fuertes e increíbles que he vivido. Tanto el guía como las personas que mantienen el lugar son los mismos ex guerrilleros. Mientras Cesar, el guía, nos cuenta la historia del movimiento sandinista para liberar al pueblo de la represión militar y la opresión ejercida desde EEUU se me pone la piel de gallina al saber que estaba escuchando a un guerrillero, que no sólo fue torturado por los militares y a quien le asesinaron a su madre y hermanos, si no que también participó de la guerra entre militares y guerrilleros que terminó sacando del poder a la dictadura. La revolución nicaragüense fue diferente a la que se vivió en mi país porque en Nicaragua se produjo una guerra literalmente entre los jóvenes guerrilleros y los militares, en cambio lo que sucedió en Argentina no fue guerra, fue represión a gente que ni armas tenía para defenderse. En las fotos que vimos en el museo se apreciaba a los jóvenes de 16 años con bombas molotov y ametralladoras defendiendo su libertad de expresión y acción. Hasta el mismo Cesar estaba en una de ellas.



Al siguiente día todo salió a la perfección y pudimos tomar el colectivo hacia Honduras.

Este tema de la mochila robada, mi propio conocimiento como persona y un mail que hace unos días leí de un amigo, con el cual comparto algunas ideas, me ha hecho pensar que lo bueno y lo malo vive dentro de todas las personas. Nadie es absolutamente bueno y nadie es absolutamente malo. Lo malo y lo bueno se mezcla para enseñarnos cosas, para aprender y elevarnos. Lo bueno y lo malo es parte de la vida. Algo así como la teoría del Ying y el Yang. Creo que viéndolo de esa manera, que no es fácil de expresar en palabras, uno empieza a entender la maldad porque uno mismo es malo también. De a poco vamos perfeccionándonos y necesitamos de este juego que nos plantea la vida para poder lograrlo.
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