viernes, 15 de marzo de 2013

Primer parte de Tailandia y Myanmar, sonrisas por todos lados…


Tailandia

Bangkok

El vuelo desde Varanasi (India) hasta Bangkok en Thai Airlines fue sin lugar a dudas el vuelo más placentero que hemos tenido en nuestras vidas. Como éramos muy pocos los que viajábamos en este avión salimos media hora antes de lo previsto ya que todos los pasajeros habíamos hecho nuestro Check – in. Los asientos del avión eran de colores que iban entre los rosas, lilas y amarillos y las azafatas eran todas tailandesas muy amables y sonrientes y sus trajes hacían juego con los colores de los asientos. Ya habíamos entrado en una especie de nirvana, exagerando un poco, con todo el ambiente relajado del vuelo y después de vivir durante casi un mes dentro del caos de India. Cuando ya pensábamos que no podía ser mejor apareció una azafata con el menú del avión que para la clase turista consistía en una exquisita ensalada como entrada, dos tipos de comida tailandesa a elección como primer plato, el postre, agua, jugo y hasta una copita de vidrio con vino! Todo estaba riquísimo y al fin probábamos otra comida que no tuviera el gusto al curry indio.

Casi como flotando en una nube bajamos del avión  con todas nuestras ganas de viajeros aventureros renovada.

Llegamos al hotel que habíamos reservado un poco tarde en la noche y los dueños del lugar, como no podía ser de otra manera en Tailandia, nos recibieron con una gran sonrisa cosa muy común en este país.

Bangkok nos deslumbró y sin dudas se transformó en una de nuestras ciudades favoritas por su gran abanico de opciones. Durante los cuatro días que nos quedamos en la ciudad recorrimos hermosos e increíbles templos y palacios decorados con cientos de azulejos pequeños de miles de colores diferentes, con cúpulas y terminaciones doradas, figuras de dioses, animales y budas deslumbrantes perfectamente mantenidos. Los palacios donde antiguamente vivían los reyes tienen techos a dos aguas con tejas que brillan con la luz del sol en diferentes colores. Actualmente en Tailandia existe una monarquía constitucional y los reyes ya no habitan en estos palacios.








Por las calles y en los negocios se pueden ver fotos del rey y la reina que aparentemente son muy queridos. En el barrio chino existen grandes extensiones de mercados de frutas y flores que llenan el lugar de aromas y colores penetrantes. Desplazarse por la ciudad sobre su caudaloso río en las barcas que forman parte del transporte público es una maravilla por poder observar desde allí los diferentes templos, negocios y vida cotidiana del lugar. Y como no recordar la extasiante vista durante la noche desde uno de los puentes que cruza el río de los inmensos y modernos edificios que se despliegan por gran parte de Bangkok.




Una ciudad que fascina por su deliciosa mezcla de modernidad y tradiciones. Entre las concurridas calles de los mercados donde no faltan los vendedores ambulantes ofreciendo toda clase de productos y entre ellos los famosos escorpiones fritos y rebosados. Los grandes y modernos edificios, mercados y shoppings con todas las mejores y más caras marcas de ropa y electrónica. Todo lo moderno y tradicional parece convivir en perfecta armonía.




Una de las cosas más interesantes para visitar en la afueras de Bangkok es el tradicional y muy turístico mercado flotante. Mientras se recorren los canales atestados de botes que chocan unos entre otros con turistas y vendedores que ofrecen frutas, flores, artesanías o simplemente te preparan un delicioso plato desde su pequeña barca equipada con cocina a gas.




Myanmar

Yangon

La única manera de llegar a esta ciudad desde Tailandia es vía aérea asi que después de bajar del avión le pedimos ayuda a unas simpáticas chicas que se encontraban en el centro de información turística para que nos contactaran con algunos hoteles. Es imposible reservar vía internet hoteles baratos o hostels y las únicas opciones online que existen son hoteles de varias estrellas y por supuesto muy caros. En unos minutos encontramos alojamiento por un precio bastante razonable con aire acondicionado, cosa que es de mucha importancia en esta ciudad.

Los precios para los turistas son muchísimos más elevados que para los locales en lo que respecta a entradas a centros de atracción, hoteles y taxis, todo ellos en dólares. El taxi desde el aeropuerto cruzó por la ciudad mientras nosotros veíamos a través de la ventanilla las simpáticas caras con ojos rasgados y pintadas de blanco en sus mejillas y narices con una especie de crema que extraen de árboles y que sirve no sólo de protección contra el sol sino también como adorno en sus rostros.

No hay muchas cosas interesantes para ver en Yangón y lo único que valió la pena fue la increíble Pagoda de Shwedagon Paya con sus cuatro inmensas puertas dispuestas en los cuatro puntos cardinales. Una inmensa campana dorada (stupa) se emplaza en el centro del lugar rodeada de templos con azulejos multicolores y cientos de budas meditativos en diferentes posiciones. En el lugar los turistas y los locales se sacan fotos entre ellos asombrados tanto unos como los otros por  las diferencias culturales.







Apenas uno entra en Myanmar puede notar esta clara diferencia entre las personas que visitan el país y los que viven en el lugar. Todo el turismo en el lugar está muy controlado y concentrado y la gente no deja de verte como un absoluto extraño, cosa que complica bastante al momento de querer entablar algún tipo de conversación.

La historia política del país es bastante complicada y, resumiendo bastante, han pasado de ser colonia inglesa a tener durante varias décadas un nefasto gobierno militar. Una de las primeras revoluciones contra el gobierno fue liderada por Aung San luego de la segunda guerra mundial quien junto con el apoyo de los monjes budistas lograron que el país fuera a elecciones. La población apoyó a Aung San para que los liderara pero este fue asesinado antes de que asumiera el poder y los militares tomaron el control del país. En 1990 más tarde la hija de Aung San, Aung San Suu Kyi, se postula a elecciones como resultado de otra revolución y siempre con el apoyo de los monjes. El pueblo la clama con el 80% de los votos pero los militares la encarcelan hasta el año 2010. Finalmente en el 2011, después de presiones internas, especialmente de los monjes, e internacionales, se llama a elecciones pero por leyes militares, y temiendo que Aung San Suu Kyi gane nuevamente, ningún candidato que haya estado preso puede postularse. Es así que quien gana las elecciones es un alto mando de los militares pero que años atrás había dejado su puesto para convertirse en civil. Cuando este asume el cargo de presidente todo el pueblo pensó que sería más de lo mismo pero muy contrario a eso se encontraron con un gobierno que ha cambiado para bien muchos temas pendientes y trabaja para seguir mejorando la situación del lugar.

Bagán

Después de dormir bastante mal en un bus llegamos como a las 4 de la mañana a Bagán. Allí no hay taxis asi que los únicos transportes son las bicitaxis o los carruajes, si carruajes. Nosotros optamos por una pequeña carreta acondicionada con techo para evitar la dureza del sol y unos asientos acolchonados. El sonriente y amable conductor nos ofreció llevarnos a ver el amanecer desde una de las más de dos mil pagodas que existen en el lugar, se dice que había más de 4000. Todavía de noche subimos por los pequeños escalones hasta la cima de esta especie de campana de ladrillo y allí esperamos la salida del sol. Mientras acomodábamos nuestra cámara para tomar fotos se nos acercó un curioso alemán preguntándonos como debía utilizar su nueva cámara para obtener buenas fotos. El Tata trató de darle algunos tips y enseguida nos pusimos a conversar sobre nuestras vidas. Ferdinand nuestro nuevo amigo de tan sólo 19 años se hospedaba en el mismo hotel que nosotros asi que lo veríamos bastante seguido. Cuando al fin apareció el sol todo se iluminó de una atrapante y naranja luz solar que nos permitió observar con mayor detalle las ciento de pequeñas y grande pagodas en formas de campanas que se extendían a nuestro alrededor.



Al día siguiente alquilamos unas bicicletas para recorrer la zona. Partimos temprano en la mañana para evitar la peor hora del sol pero igualmente transpiramos mucho y sufrimos del abrasador calor que lo rayos del sol nos proporcionaban. A las pocas horas ya estábamos bastante cansados de ver templos y pagodas por doquier y de pedalear de acá para allá y decidimos volver hasta el hotel para tomar una ducha y almorzar algo.






Bagán es una ciudad muy tranquila con amaneceres y atardeceres espectaculares y nos sirvió para descansar y guardar energías para lo que nos esperaba en nuestro siguiente destino.

Kalaw

Junto con Ferdinand nos tomamos temprano en la mañana un colectivo hasta la ciudad de Kalaw para luego hacer un trekking de 3 días desde allí hasta Inle lake (lago Inle).

El hotel de Kalaw fue unos de los más baratos del viaje y lo importante era que estaba bastante limpio y que el desayuno estaba incluido en el precio. Parece que a esta altura del viaje ya no nos importa tanto el estado de un alojamiento y nos llegamos a conformar con que esté medianamente limpio. Esto nos hizo pensar en como nuestro orden de prioridades ha ido cambiando durante el viaje, tal vez por irnos acostumbrando o por una “madurez viajera”, lo cierto es que nos hemos vuelto personas más flexibles y ,porque no, más tolerantes.

Tomamos la decisión de hacer el trekking con un extraño hombre que nos hablaba de manera exageradamente pacífica y lenta y cuyo nombre es uno de los más graciosos que hemos oído jamás: RAMBO.  El Tata y Ferdinand no pararon de hacer bromas sobre el nombre del supuesto guía que nos llevaría a explorar parte de este llamativo país.

Al día siguiente nos reunieron en un grupo de 6 personas entre los cuales estaban una pareja de húngaros, Soltan y Gyongyver; un israelita, David; y nosotros tres. Nuestro guía no fue Rambo si no James, un señor con una rara mezcla entre asiático y raza negra que enseguida te deslumbraba con su amplia sonrisa y característica amabilidad de Myanmar.

Enseguida comenzamos la caminata del primer día desde el hotel hasta una comunidad cercana. Por suerte todos en el grupo conectamos con facilidad y rapidez y nos volvimos un grupo ecléctico, multinacional y divertido. Apenas conocí a David, el israelita, me di cuenta que era gay porque tengo varios amigos homosexuales y es fácil para mi reconocer algunos sutiles gestos y formas de hablar. Como casi todos los gays es sumamente divertido, hablador y muy inteligente y como siento una especial atracción por estas dulces personas no tardé demasiado en que me cayera de maravillas! La pareja de húngaros… Guau!! Como describirlos?! Naturistas, adictos al yoga, súper enamorados el uno del otro, muy divertidos y con un graciosísimo acento en su inglés. Afortunadamente nuestro guía con sus casi 60 años hablaba bastante bien el inglés ya que en la época en que Myanmar era colonia inglesa tuvo que aprender el idioma en la escuela y cambiar su nombre original al de James. También conocía mucho de historia de su país, cultura, religión y política y fue sencillo conocer más acerca de Myanmar.

Pasamos sembradíos hermosos de arroz, partes de selva y después de subir por un cerro llegamos a nuestra primer parada para el almuerzo donde conversamos con tres simpáticos alemanes que estaban haciendo el trekking en otro grupo. Sus nombre eran Victor, Neils y Christopher. El primero de los tres hablaba un perfecto español que había aprendido en su estadía por un año en Costa Rica y fue muy bueno para nosotros poder conversar acerca de Sudamérica y más precisamente sobre nuestro querido país.




Fuimos encontrando lugareños por el camino que parecían encantados y asombrados de vernos. Todos nos saludaban alzando sus manos y sonriendo. Algunos iban cargando cosas en sus hombros o cabezas, otros arriando bueyes, otros cultivando la tierra pero sin dudas los más divertidos eran los niños que no paraban de reírse y parecían muy divertidos cuando les mostrábamos con nuestras cámaras sus caras en la pantalla. También nos detuvimos en una estación de trenes muy interesante y pintorescas y cuando el tren arribó se armó un gran revuelo de vendedores mientras las cámaras curiosas de turistas tomaban testimonio del momento. En eso se nos acerca un militar que en su pobrísimo inglés no dejó de mencionar una y otra vez que pertenecía a las fuerzas militares con estúpido orgullo. Se despidió de nosotros agarrándome fuertemente del brazo lo cual me llamó la atención y luego James nos explicó que esa actitud era una falta de respeto en su país. Por supuesto el rechazo a los militares en el pueblo sigue muy latente.






Esa noche paramos en la casa de una señora para comer y dormir. No pudimos darnos un buen baño porque la ducha era al aire libre con unos pequeños biombos para cubrirse y el agua se sacaba de unos grandes contenedores redondos de cemento. La cena estuvo sensacional y después nos quedamos charlando con los tres alemanes que se sumaron al grupo hasta que, literalmente, las velas se consumieron. Nos  fuimos a acostar en nuestros delgadas colchonetas dispuestas una al lado de la otra en una larga línea.

Al segundo día de caminata se nos sumó al grupo Wendy, una holandesa muy simpática y culta. Subimos y bajamos a cielo abierto con un sol rajante durante unas siete horas antes de llegar al monasterio de monjes budistas donde pasaríamos la noche. El baño esta vez fue mejor que el de la noche anterior. Eran uno cubículos de bloques de cemento donde uno se podía echar agua fría con baldes. Cenamos a la luz de las velas y después de una divertida conversación quedamos alrededor de la mesa Ferdinand, Wendy, el Tata y yo. James se nos sumó y nos preguntó si no queríamos unos masajes y por supuesto todos aceptamos. Yo fui la primera y debo decir que nuestro guía resultó ser bastante toquetón y, por lo que supe al día siguiente, a Wendy le pareció lo mismo que a mi. Todos nos fuimos a dormir a nuestras incómodas colchonetas sólo que esta vez éramos unas treinta personas durmiendo bajo el mismo techo pero separados en habitaciones por finas paredes de mimbre. David dormía a mi izquierda y el Tata a mi derecha y antes de cerrar los ojos no reímos por el concierto de ronquidos que se podía escuchar en el monasterio.



No pudimos descansar demasiado entre los ronquidos, el canto a las cinco en punto de la mañana de los pequeños novicios y la finísima colchoneta que dejaba que tus huesos prácticamente se clavaran en el piso. Después del desayuno esperamos un momento para salir porque Soltan se sentía mal del estómago. Una media hora más tarde ya estaba todo el grupo unido hacia la recta final.

El camino fue fácil y más relajado que el resto de los días pero el sol pegaba fuerte. Casi una hora antes de llegar Gyongyver comenzó a sentir fuertes cólicos en su estómago y decidimos parar un rato bajo la sombre de un árbol. Finalmente entre todos acordamos que era mejor que los húngaros junto con James tomaran una moto hasta el restaurante donde almorzaríamos para luego tomar el bote a Inle Lake y que el resto seguiría a otro guía que se encontraba descansando en el mismo lugar.

Como a las 12.30 hs ya estábamos todos juntos almorzando y los húngaros ya se encontraban bastante mejor.

Inle Lake

El trayecto por los canales en bote, que más que bote era una especie de larga canoa con motor, fue sensacional. Las aguas verde claro corrían a nuestro alrededor mientras niños jugaban en la orilla, otros tomaban un baño, algunos bueyes se encontraban hundidos en el agua hasta la altura del cuello y algunas personas estacionaban su barca en la puerta de sus increíbles casitas hechas de paredes entretejidas en bambú y largos pilotes que las aíslan del agua. Ya casi llegando al lago en sí se comenzaban a ver los famosos pescadores que hacen del paisaje un pintoresco escenario de costumbres y cultura.





David ya tenía reserva en un hotel asi que los restantes seis nos quedamos en otro divididos en dos habitaciones de 3 personas para abaratar costos. Wendy dormía con nosotros y Ferdinand con la pareja de húngaros.

Por la noche nos juntamos con David en un restaurante mientras Soltan y Gyongyver  descansaban en el hotel. Todos estábamos extenuados por la larga caminata de tres días asi que nos fuimos a dormir bastante temprano.

Al día siguiente David y Wendy salieron juntos a dar un paseo por el pueblo ya que sería su último día en el lugar. Todos nos despedimos algo nostálgicos de ellos y de los húngaros que partirían esa misma tarde.

Después de almorzar, Ferdinand, el Tata y yo contratamos un bote para recorrer el lago por la tarde y ver en acción a los interesantes pescadores de la zona. Apenas salimos del canal al lago tres pescadores nos dieron un show de equilibrio y destreza mientras nosotros sacábamos fotos y, como ya lo presentimos desde que los vimos acercarse, al final se vino el pedido de una propina. Como lo que buscábamos era ver a los pescadores pescando y no dándonos un simple show turístico le pedimos al chofer de la barca que se alejara un poco hasta que encontramos a los verdaderos pescadores. La habilidad que estos poseen es casi indescriptible. Con una sola pierna hacen equilibrio en la punta del bote, mientras con la otra pierna agarran el remo presionándolo contra el cuerpo para poder seguir remando e ir avanzando y con las dos manos sostienen la red para la pesca. El paseo terminó alejándonos de las siluetas de a contra luz de los pescadores.





Al día siguiente nos despedimos efusivamente de nuestro querido compañero de ruta Ferdinand. Este joven alemán nos sorprendió por su gran nivel de conocimiento y cultura aunque no dejó de hacernos reír con sus típicos comentarios de hombrecito de 19 años.

Nosotros tomamos el bus hacia Yangon para luego volar a Bangkok. El viaje de 12 horas transcurrió entre vómitos de casi todos los ocupantes del colectivo. No entendimos muy bien porqué pero parece que a los pobladores de Myanmar les cae muy mal el viaje en micro y no porque el camino sea sinuoso. Para tratar de hacer oídos sordos a las arcadas que se escuchaban por todas partes nos pusimos a hablar un poco acerca de nuestro viaje y sin querer nos dimos cuenta que ya estábamos en la etapa final, los últimos dos meses, lo cual nos llena de sensaciones y sentimientos nuevos. Nostalgia por todo lo vivido y los caminos recorridos y miedos y ansiedades por lo que viene: una nueva cultura a la cual adaptarse en Australia, horarios y rutina. Igual tratamos de relajarnos y cambiar de tema porque lo que cuenta es el presente y el presente se encuentra lleno de aventuras nuevas.

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