sábado, 20 de abril de 2013

Camboya, la historia desconocida...


Siam Reap

Nos fuimos desde la isla de Don Khon en una balsa a motor propiedad de Papa, el dueño del hotel, hasta tierra firme para allí tomarnos un colectivo hasta Siam Reap. El viaje en bote fue de una media hora aproximadamente y al poco tiempo ya estábamos esperando por la salida del bus. Hacía muchísimo calor en el lugar y estábamos algo ansiosos por salir pero en Laos todo es lento y esperar horas y horas por nada es normal. Mientras el guía del bus organizaba nuestros pasaportes y el dinero para el visado de Camboya para que el proceso en la frontera fuera más rápido. Una mini van al fin llegó y en ella nos fuimos hasta la frontera. Allí nos hicieron esperar a la sombra de unos improvisados puestos comida y lo que supuestamente iba a ser rápido demoró más de dos horas.

Muertos de calor finalmente subimos al bus en donde el aire acondicionado era una especie de pequeño soplido fresco. Paramos unas cuantas veces para comer e ir al baño y cerca de las 8 de la noche llegamos al último puesto de cambio de bus.

Una vez abajo del colectivo le preguntamos al guía cuanto debíamos esperar para que llegara el siguiente bus y él nos contestó que llegaría a las 10 de la noche. Nuestra reacción ante la noticia no fue para nada buena ya que estábamos cansados y supuestamente llegaríamos a Siam Reap como a las 9 de la noche. Si el bus llegara recién a las 10 de la noche al lugar supuestamente estaríamos llegando a Siam Reap como a las 2 de la mañana. Lo más loco es pensar que sólo recorreríamos unos 400 Km y nos tomó casi un día! Igual respiramos hondo y nos dispusimos a comer algo.

Entramos al parador y antes de que pudiéramos ver algo para cenar el dueño del lugar nos increpó preguntando donde habíamos comprado unas galletas que llevábamos en la mano. Luego nos preguntó cuantas veces habíamos parado en el camino. Las preguntas nos parecían raras y sin sentido hasta que nos dimos cuenta de lo que pasaba: aparentemente el dueño del parador tiene un trato con el guía del bus en donde acordaron que el bus sólo puede parar para comer en su restaurante y nada más. Claro que no me puedo imaginar todo un día sin agua ni comida dentro de un colectivo solamente porque a estos dos se les ocurrió aquel trato.

Eran casi las 10.30 de la noche y el otro bus no llegaba y ya demasiado molesta por todo lo sucedido empecé a buscar a nuestro guía y lo encontré reposando en una hamaca paraguaya. Al grito de “Hey!” lo desperté de su hermoso sueño y le pregunté donde estaba el colectivo que supuestamente llegaría a las 10. El se excusó diciendo que había dicho a las 10.30 y no a las 10 y yo le respondía que era un mentiroso y que ya estábamos hartos de estar esperando. Él contestó que no le importaba y que él también estaba esperando. Estaba tan pero tan enojada que le dije que era un estúpido y el me respondió que yo también… AHHHH!!! Sentí que la sangre me hervía! Me volví hacia él y le dije que me repitiera lo que había dicho pero no se animó.

Casi como a las dos de la mañana llegamos a Siam Reap donde nos encerraron en un corralón para que sólo pudiéramos tomar los tuk – tuk que allí estaban. Por supuesto que pagamos una estupidez para que nos llevaran al hotel pero no quedó otra porque al parecer era la única que quería pelear por el precio, los demás estaban demasiado cansados para eso.

Repartidos en dos tuk – tuk llegamos Katharina, Heiko, una pareja española que conocimos en el trayecto, el Tata y yo. Ya a esa hora el hotel estaba cerrado asi que tuvimos que despertar al guardia del lugar para pedirle que nos abriera. Después de media hora finalmente este guardia reaccionó y fue a buscar a la persona que nos recibiría para darnos las llaves de nuestras habitaciones.

Por la mañana siguiente pensamos en ir hasta Angkor, unas ruinas de una fabulosa ciudad que data del siglo VIII al XIII, en bicicleta para estar allí unas horas y poder visitarlas al otro día también. Como el calor era realmente agobiante ya que estábamos en el mes más caluroso del año y la distancia a recorrer en bici era demasiado larga preferimos quedarnos ese día en la pileta de un hotel refrescándonos.

En la noche salimos a cenar y a recorrer las transitadas y locas calles llenas de mercados y vida por donde quiera que se mire.




Como a las 6 de la mañana del siguiente día los cuatro nos tomamos un tuk – tuk para llegar a tiempo a ver el amanecer en Angkor. Nos sentamos a la orilla de un pequeño lago donde de fondo se levanta la increíble estructura de Angkor Wat. Mientras el sol salía lentamente y la noche iba desapareciendo, me sentí envuelta dentro del canto de los grillos, sapos y pájaros que se iban despidiendo de la noche o dando la bienvenida al nuevo día. Finalmente el sol se asomó esplendoroso ante la atónita mirada de todos los espectadores. ¿Cómo algo tan simple y cotidiano puede llegar a deslumbrarnos tanto? Creo que quizás nunca nos detenemos a observar las cosas pequeñas y hermosas que están pasando a nuestro alrededor.




El día en las ruinas fue largo y agotador. Visitamos diferentes edificios con diferentes significados hasta que llegamos a uno de los más interesantes en el lugar. Unas ruinas que se mezclan con las enormes raíces de altísimos árboles como si gigantescas arañas estuvieran custodiando el lugar.








Phnom Penh

Llegamos en bus a la capital de Camboya los dos solos porque nuestros compañeros alemanes de viaje visitarían otra ciudad del país.

El primer día lo tomamos como descanso en el hotel que habíamos reservado aunque la habitación era fresca no tenía lo que se dice una excelente vista a través de su ventana. De hecho la vista daba a una pared de ladrillo que distaba de la ventana unos 10 cm.

Por la noche salimos a cenar y nos costó elegir un lugar para sentarnos ya que hay cientos de restaurantes y bares por la zona. También caminamos por la costanera del río y terminamos acostándonos algo temprano para poder aprovechar el día siguiente como se debe. Viviendo esta ciudad de repente los dos nos pusimos a pensar en lo raro que es tomar como algo de todos los días y casi rutinarios sentarse en cualquier restaurante o bar de cualquier parte del mundo y ordenar algo para cenar. Como si un día cualquiera estuvieras en tu casa y dijeras: “¿Vamos a comer al bar de la vuelta?”. Casi como si pudiéramos observarnos abstraídos de nuestros cuerpos esta situación se vio extraña…

Después del desayuno salimos los dos en un tuk – tuk que nos llevaría hasta unos de los lugares más terroríficos que alguna vez haya visitado: Los campos de exterminio de Camboya.

Entre 1975 y 1979 después de una guerra civil, tomó el poder en el país el partido político comunista denominado Khmer Rouge (jemeres rojos). En los primeros días en el poder absolutamente todos los ciudadanos que vivían en las ciudades fueron llevados al campo para trabajar la tierra. Sin importar edad o estado de salud todos fueron transportados como ganado en las peores condiciones. Todas las familias fueron separadas: hombres por un lado, mujeres por otro y niños viviendo solos. Este totalitario y enfermizo movimiento pretendía crear un pueblo que sólo viviera de la agricultura donde nadie estudiara y lo único que se hiciera fuera cultivar en campos de arroz de sol a sol.

Durante este período muchos murieron de hambre puesto que las raciones de comidas consistían en un plato de sopa por día. Muchos fueron terriblemente torturados por estar supuestamente en contra del gobierno y muchos otros matados de las maneras más crueles. Muchos templos fueron destrozados ya que no se podía creer en nada más que en su propio gobierno.

Mientras caminábamos dentro del campo de exterminio pudimos observar huesos y trozos de ropa que continuamente emergen de los cientos de fosas donde colocaban a la gente que allí fue asesinada. Las cosas que vimos y escuchamos allí son atroces. Una de la quedará grabada en mi memoria es un inmenso árbol, ahora lleno de cintas de colores, donde literalmente se aplastaban las cabezas de pequeños niños agarrándoles de sus pies. Muchas veces las madres presenciaban este horror antes de ser asesinadas en la fosa que queda justo al lado del árbol.



También fuimos a una escuela que sirvió como cárcel y lugar de tortura durante el Khmer Rouge.




Es completamente increíble pensar que absolutamente todo el pueblo de Camboya sufrió de una u otra manera la violencia impartida por este grupo comunista. Todo un pueblo enfermo que aún no puede recuperarse del todo. Es por este motivo, según creo yo, que la gente de Camboya es tan sumisa y hasta es complicado escuchar que alguien pronuncie la palabra “No”.

Koh Ta Kiev

Reunidos otra vez con Katharina y Heiko partimos desde Sihanoukville en barco hasta la isla de Koh Ta Kiev.



Al llegar descubrimos que no existe ningún muelle para bajar del barco asi que hay que meterse al agua que te da hasta debajo de la cola con las mochilas a cuestas. La isla no es muy grande y en ella sólo existen 4 diferentes alojamientos que consisten en sencillos bungalows con pilotes y paredes de madera y techos de paja. Nosotros nos quedamos en unos que estaban frente al mar y eran bastante amplios. El lugar era bastante solitario con hermosas playas, algunas de arena y otras con rocas. El típico lugar paradisíaco y tranquilo para poder descansar como se debe.



Durante las noches para dormir no había luz asi que no contábamos con ventilador pero afortunadamente durante dos de las cuatro noches que allí estuvimos llovió bastante y pudimos dormir  bastante frescos.

Básicamente nuestros días transcurrían comiendo, haciendo snorkeling, tomando sol, nadando o leyendo un libro.

El penúltimo día en la isla fue el cumpleaños del Tata y esa mañana durante el desayuno lo sorprendimos con una improvisada torta de panqueques, porque en la isla no hay hornos para hacer una torta de verdad, que habíamos planeado días antes con un francés que estaba trabajando en el lugar por unos meses. Los alemanes también le hicieron un presente artesanal en un pedazo de madera que tallaron.



Camboya es un país hermoso e interesante que me ha hecho reflexionar acerca de lo peligrosos y crueles que podemos llegar a ser los humanos. Como parte de este extraño grupo que son los hombres realmente siento una inmensa vergüenza a los ojos de la majestuosa y perfecta naturaleza. ¿Cómo podemos llegar a ser tan contradictorios, autodestruirnos y odiarnos tanto?

Más fotos en: www.facebook.com/tonatatatour

3 comentarios:

  1. Excelente descripción!

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  2. QUE LINDA HISTORIA AMIGA!! CUANTAS ANECDOTAS P CONTARLES A TUS HIJOS ALGUN DIA.. ;)

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