Este último año he tratado de
estar un poco más atenta a las cosas que me pasan y a todo lo que me rodea. De
esa forma he podido entender muchas cosas.
La mayoría de las personas
piensa, y yo era una de ellas, que las cosas mágicas, asombrosas e
inexplicables pasan sólo muy pocas veces y que no pertenecen a este plano de la
vida ni mucho menos a los momentos cotidianos. Tengo la absoluta seguridad que
esas cosas pasan todo el tiempo solo que no sabemos verlas, escucharlas o
sentirlas porque simplemente no vivimos el momento presente; estamos siempre
con nuestra cabeza pensando en el mañana o en el ayer. Si pudiéramos darnos
cuenta que lo único real en nuestras vidas es el ahora, lo disfrutaríamos más,
lo viviríamos y entenderíamos mucho más.
Ahora que hice esta introducción
lo que quiero decir es que hace varios días que vengo pensando en escribir
sobre algo que me está dando vueltas en la cabeza, y durante esos días un par
de personas me hablaron acerca de ese tema sin que yo comentara nada
previamente. Estas coincidencias me han pasado muchísimas veces en este último
tiempo y no creo que esto me suceda porque sea una persona “especial”, es que
simplemente apreté un poquitito el freno y empecé a observar más a mí misma y a
mi entorno.
Ahora sí, el tema en cuestión:
Tomar una gran decisión en la
vida implica entender por qué y para que tomamos esa decisión y creo que el
porqué y para que de nuestro viaje por el mundo es generar un gran cambio en
nuestras vidas y ese cambio se trata de hacer lo que uno quiere, de conocer
gente, lugares y sensaciones nuevas. También se trata de darle valor a lo
realmente importante y lo que queda para
siempre.
En este cambio nos hemos dado
cuenta de que hay muchas cosas que dejar: auto, muebles, comodidades, cenas en
restaurantes, amigos, familia, mi gata amada “Tomasito” y una serie de cosas
que proporcionan un cierta “seguridad”.
Según un amigo con el que hablé
hace poco, todas estas cosas forman parte de una mochila que todos cargamos. Yo
creo que lo más fácil de sacar de la mochila para poder partir son sin duda las
cosas materiales, esas que tienen precio pero no valor. Lo más difícil son los
afectos. Sacarlo de tu mochila para que no pesen en el camino es duro y duele
en lo más profundo del alma. Pero tenés que sacarlos porque es demasiado peso
para llevar. Entonces cuando te disponés a sacar gente de tu mochila te empezás
a dar cuenta que el amor que sentís por ellas no debe ser egoísta, debe ser
sincero y libre. El verdadero amor no es el que ata ni propone reglas para
estar a su lado. Asi te das cuenta que toda esa gente puede estar en tu corazón
pero ya no pesa en tu mochila.
Entonces te sacás la mochila para
ser libre, te acercás al precipicio con unas alas gigantes preparado para
emprender el vuelo, mirás hacia abajo y por más que tus alas son enormes, todo tu cuerpo tiembla porque va a ser la
primera vez que volás.